En este fundido en negro no hay controversia, dudas ni finales abiertos. El corazón de James Gandolfini falló el miércoles en el baño de una habitación en Roma. De poco sirvieron los intentos de reanimación de los empleados del Hotel Boscolo, que respondieron a la llamada alarmada de Michael, el hijo adolescente de quien, para millones de espectadores, siempre será el gánster Tony Soprano. Y aunque en la ambulancia parece que Gandolifini, de 51 años, aún daba señales de vida, en el hospital Policlínico Umberto I los médicos certificaron su muerte. Ayer, siguiendo la ley italiana, se llevaba a cabo la autopsia, pero lo que parece seguro es que el corazón falló.

Era un corazón enorme, tanto como ese generoso cuerpo de 1,82 metros y más de 113 kilos. Eso cuentan, al menos, muchos miembros de la conmocionada industria del entretenimiento en la que Gandolfini se ganó un lugar de lujo un día de enero de 1999. Entonces, tras cerca de una década de trabajos secundarios, aunque destacables, en cine y teatro, Gandolfini irrumpió en la pequeña pantalla como protagonista de Los Soprano , la serie de la cadena HBO que marcaría un antes y un después en la historia de la televisión y, más allá, de la narración audiovisual. Y empezó su mito, que ha llevado a algunos a considerarle el Brando de la televisión, o a poner ese apellido emigrado de Italia al lado de otros míticos como De Niro, Newman, Bogart...

CLASE DE INTERPRETACION Algo, sin embargo, difícil de prever allá por los primeros años 80, cuando, recién graduado en Comunicación, el muchacho nacido de modestos emigrantes italianos un 18 de septiembre de 1961 en Westwood (Nueva Jersey) se ganaba la vida conduciendo un camión de entregas a domicilio, o ejerciendo de portero en bares, o trabajando en clubs. Pero a los 25 años, un amigo le llevó a una clase de interpretación y le entró en la sangre un virus que no le abandonaría ya jamás.

Tras dos años formándose en el Actors Studio y en la técnica Meisner, llegó en 1987 el debut cinematográfico en Shock! Shock! Shock! , una cinta de horror de bajo presupuesto. En 1992 aterrizó en Broadway con un pequeño papel a la sombra de Alec Baldwin y Jessica Lange en Un tranvía llamado deseo . Y en los 90 fue aposentándose como actor de reparto en trabajos como Amor a quemarropa , escrita por Quentin Tarantino; La noche cae sobre Manhattan , de Sidney Lumet; o Perdita Durango , la aventura norteamericana de Alex de la Iglesia.

Cómo conquistar Hollywood fue otro de sus títulos, en 1995, pero su verdadera conquista llegaría cuatro años después. Al leer el guión de Los Soprano pensó que era "maravilloso". Probó. En el casting, como contaría años después, pensó que podía hacer el papel de Tony Soprano, pero que "contratarían a alguien, como diríamos, más gallardo, un poco más atractivo para la vista...".

David Chase, el creador de la mítica serie, no buscaba, sin embargo, a ese "George Clooney italiano" que Gandolfini pensaba que acabaría haciéndose con el papel. Y nació una colaboración que, en seis temporadas y 86 episodios, dejaría un personaje imborrable, imitado y rara vez igualado, reconocido con tres premios Emmy.

Tras la noticia de la muerte de Gandolfini, Chase ponía en palabras su admiración por ese "genio" sin el que el fenómeno Soprano posiblemente nunca habría sido igual: "Gran parte de su genio residía en esos ojos tristes". HBO, la cadena de cable que albergó Los Soprano y se ganó con la serie un nombre tan imprescindible para los espectadores como el de cualquier estudio de cine, también lloró a "un hombre especial, un gran talento, pero, lo más importante, una persona dulce y amable que trataba a todo el mundo con el mismo respeto sin importarle título o posición".

Tras el fin de Los Soprano , Gandolfini se reencontró con la pasión por la actuación en las tablas, brillando hasta rozar un premio Tony en Un dios salvaje . Y en el cine fue buscando refugio en papeles secundarios que le permitían brillar. In the loop , de Armando Iannucci, Mátalos suavemente , de Andrew Dominik, La noche más oscura , de Kathryn Bigelow... "Estoy mucho más cómodo haciendo cosas más pequeñas --dijo hace solo medio año en una entrevista--. Todo lo que importa es el guión, y me están llegando pequeños guiones interesantes".

Gandolfini también produjo dos documentales sobre veteranos de guerra, incluyendo uno sobre los efectos del estrés postraumático. Y en su vida también luchó contra demonios. En una entrevista con AP rememoró que, cuando empezó a actuar, la interpretación le servía para canalizar mucha rabia, aunque admitía no saber exactamente "por qué estaba enfadado". En documentos del 2002 relacionados con el divorcio de su primera esposa, Marcella Wudarski, ella habló de sus problemas crecientes con las drogas y el alcohol. Y en otra entrevista, cuando a él le preguntaron qué haría si no actuara, contestó: "Probablemente beber".

A Gandolfini le sobreviven, además de Michael --el hijo que tuvo hace 13 años con Wudarski y que le acompañaba en el viaje a Italia--, su actual esposa, Deborah Lin, y Liliana, que nació hace ocho meses.