Hace casi dos décadas que The Strokes encabezaron una de las últimas grandes olas regeneradoras del rock, la que tenía en el punto de mira el punk, particularmente en su versión arty neoyorkina, manejando remolinos de guitarras dignos de Television y estilismo velvetiano. El grupo nunca ha logrado igualar la hermosura de su debut, Is this it (2001), y ahora The new abnormal, que ha salido ya a la venta, demuestra que el mejor modo de acercarse a aquella cumbre era alejándose de ella, buscando estímulos en otros puertos y permitiéndose madurar.

Esa nueva anormalidad formulada por la tropa de Julian Casablancas, que viene que ni pintada para describir lo que se nos ha venido encima, muestra a un grupo que abre caminos en direcciones muy diversas y que acaba sintiéndose confortable en la introspección. Aunque sus referentes de siempre sigan ahí, desde el bajo a lo Joy Division que abre el disco en la nerviosa The adults are talking, hasta el préstamo (acreditado) de Generation X y su Dancing with myself en el tema más guitarrero y canónico del álbum, Bad decision.

Pero la tensión interna de esas canciones, cocinadas de la mano del docto Rick Rubin, se contagia a sus vecinas a través de otros conductos. Ahí está Selfless, con su desolada dinámica in crescendo, salpicada por significativos interrogantes existenciales («¿puede el lado oscuro iluminar mi camino?») y lamentos por el tiempo perdido. De ahí a la saltarina cadencia synth-pop de Brooklyn bridge to chorus, el nuevo single, listo para levantar el festival (el día que vuelva), si bien su letra transmite una extraña mezcla de soledad y melancolía.

Los textos poco explícitos de Casablancas, como fogonazos emocionales, se adhieren luego a otras piezas: esa Eternal summer de aires psicópatas, con tensa calma electrónica y una voz que asume dos roles, combinando el falsete y el desgarro, pórtico de una segunda mitad del álbum en la que The Strokes se inclinan por compartir cierta frialdad emocional sobre fondos cibernéticos, de At the door a Ode to the Mets. Ahí encuentran espacio para sacar algo de ellos que desconocíamos, aunque sea a costa de empujar al oyente a la inquietud anímica. Why are Sundays so depressing incide en una idea repetida, la de los amigos que no están a la altura, y la sensación de que ya es tarde para enmendar tus errores domina en Not the same anymore.

Quizá The new abnormal no convenza a quienes sigan esperando un nuevo Is this it, pero, tras siete años de espera desde aquel tibio Comedown machine (y con sus miembros estrenando la cuarentena), la propuesta trae buenas noticias con una versión de The Strokes liberadora y creíble, bien empaquetada bajo una pintura neo-expresionista de Jean-Michel Basquiat.