Quizás de forma inevitable en alguien que ha hecho carrera mejorando la apariencia de los demás, el modisto Tom Ford parece bastante preocupado por lo que los demás piensen de él. En su primera película como director, 'Un hombre sencillo' (2009), intentó abrirnos su corazón de hombre homosexual; en la que ha presentado a competición en la Mostra, 'Nocturnal Animals', en buena medida Ford se lamenta por su propia posición en la cultura popular.

Tanto en la película como en el exitoso libro de Austin Wright en el que se basa, la protagonista es una mujer cuya vida sufre un vuelco tras leer la nueva novela de su exmarido. La diferencia es que en el texto original esa mujer era un ama de casa y 'Nocturnal Animals' la convierte en miembro de una versión del mundo del arte moderno llena del mismo tipo de superficialidad e impostura que solemos asociar al de la moda. La decisión no solo le sirve a Ford para bañar parte de la película de un esteticismo algo hortera, sino también para explicarnos qué solo se siente uno cuando está en la cúspide.

TRES PLANOS DIFERENTES

En todo caso, el gran problema de 'Nocturnal Animals' no es que esa confesión suene a hipocresía, sino el cuestionable método de Ford para hacerla. La película transcurre en tres planos narrativos diferenciados: el presente de la protagonista, Amy Adams, en la escena artística de Los Angeles; su pasado con el que fuera su marido,Jake Gyllenhaal, y la ficción que relata el libro escrito por este, una brutal historia de violaciones y asesinatos y venganza ambientada en el submundo criminal de Texas. Un problema es que solo esta última trama funciona y las otras dos acaban siendo meros estorbos; el otro es que la ficción de la película y la ficción dentro de esa ficción nunca llegan a dialogar del modo en que Ford pretende; eso, en última instancia, reduce 'Nocturnal Animals' a una mera colección de fragmentos de dos películas distintas que se sabotean entre sí.