El escritor barcelonés (1968) Víctor del Arbol, ganador de la 72 edición del premio Nadal con su novela La víspera de casi todo , ha confesado que, lejos de las etiquetas, se encuentra muy cómodo en el "género mestizo", que aprovecha los recursos de todos los géneros.

En una entrevista concedida a Efe, Del Arbol, señala que para él "la literatura se vale de todos los recursos, del género negro, del thriller , de la novela psicológica", e incluso en sus obras anteriores de la histórica, pero, "en definitiva, se trata de literatura, de narrativa, y de la búsqueda de una voz propia en la que el lector se sienta reconocido".

La novela ganadora del Nadal, que se publicará el 9 de febrero en castellano y catalán, está ambientada en un pequeño pueblo de Galicia, en la Costa da Morte, "una suerte de Macondo inventado", donde "he tratado de crear un universo" y allí el autor evoca "la historia de personas que son como árboles que tienen las raíces en el agua, porque no tienen nada a lo que aferrarse, excepto el pasado".

Premiado hasta ahora más en Francia que en España, el escritor barcelonés apunta que se siente más cómodo en las categorías que se utilizan en el país vecino, pues "allí existe el concepto de novela polar, mezcla de policíaco y de noire ".

En La víspera de casi todo , "una novela coral", define Del Arbol, hay dos personajes importantes: Paola, una malagueña de la alta sociedad que llega a la Costa da Morte gallega para cambiar de vida, y Germinal Ibarra, un tipo que ha sido policía muchos años, bastante atípico, ya que está marcado por la enfermedad rara de su hijo, el síndrome de Williams.

Ambos confluyen en una noche en la Costa da Morte, y en esas pocas horas que van de la noche al amanecer el lector conoce sus historias y "por qué él quiere morir esa noche y por qué Paola, que está en un hospital agonizando, quiere vivir". "Somos los que somos porque venimos de donde venimos", resume sobre estos personajes, que "no están dispuestos a creer en la predestinación, que están dispuestos a cambiar su destino".

En la noche del día de Reyes, nada más conocerse el fallo, dijo "hablando desde la emoción de un chiquillo que soñaba con ser escritor cuando su madre le dejaba leer en el suelo de la cocina o cuando lo dejaba en la biblioteca", que poco podía imaginar entonces que acabaría ganando un premio que en sus ediciones anteriores "ganaron autores que he leído y admirado como Carmen Laforet, Miguel Delibes o Ana María Matute".

Este 2016, recordó, se cumplen diez años desde su primera novela publicada, y en este tiempo ha podido vivir grandes momentos, pero "esto es diferente, es el Nadal, y, aunque suene a tópico, cualquier escritor querría estar aquí, es un sueño hecho realidad".

Para él, La víspera de casi todo es "como ese momento previo a la tormenta, cuando el aire se carga de electricidad, pero también ese instante cuando uno se va a la playa y ve amanecer y uno piensa que todo es posible".

A veces, agrega Del Arbol, "hay un clic en nuestras vidas que nos cambia el planteamiento y es capaz de mover nuestras creencias y convicciones y nos vemos viviendo una vida que no creíamos que podríamos vivir".

En este punto, el autor de Un millón de gotas recordó las palabras que le dirigía su padre, nacido en Almendralejo, "un filósofo de camisa abierta": "La vida te acabará abriendo los ojos, con lo que me quería decir que vivir es un oficio complicado, pero si uno tiene el arrojo de vivir lo que uno quiere ser, es una aventura que vale la pena".

TRONCO COMUN Todas las novelas de Víctor del Arbol son así, "con un tronco común, pero con muchas raíces" y aunque uno de los personajes es un policía no hay una investigación: "Creo que la novela policíaca es en cierto modo moralista, busca que la justicia prevalezca, que se atrape a los delincuentes".

Frente al género policíaco, él prefiere la novela negra, que "pone en el tapete nuestras contradicciones y el dolor, y en este caso aflora el dolor del policía que sufre la enfermedad rara de su hijo como todas las familias en su circunstancia, en soledad".

El ganador del Nadal se fijó en el síndrome de Williams, también conocido como síndrome de Mozart, porque "a pesar de todas las deficiencias que conlleva, los que padecen esta enfermedad tienen un sentido extraordinario de la musicalidad, hasta el punto de que son capaces de tocar el piano solo de oído".

Si hay un protagonista en su novela es el paisaje de la Costa da Morte, asegura Del Arbol, porque "crea una atmósfera de fin del mundo, un lugar abrupto donde la naturaleza no ha sido todavía domada por el ser humano, que exige y forja un carácter muy determinado".

En invierno, con la bruma se crea una atmósfera ideal para la novela negra, repone el autor, quien ha visitado en numerosas ocasiones Galicia y admira el carácter de los gallegos.

Del joven escritor que fue finalista del Premio Fernando Lara en 2008 con El abismo de los sueños , puramente policíaca que no fue publicada, "queda la misma persona, pero soy otro escritor, pues creo que he mejorado, tiendo a la concisión, a la sencillez, que nada tiene que ver con la simpleza, y fue una suerte que no se publicara, por que me dio el respaldo personal de que iba en el buen camino, pero reconozco que no tiene que ver nada con lo que hoy escribo".

"Admiro a la gente que lucha por sus sueños Esta es la frase con la que encabeza su perfil en su página web oficial, este exfuncionario de la Generalitat desde 1992 hasta 2012, que cursó estudios en Historia en la Universitat de Barcelona, sin concluirlos, colaboró dos años como locutor y colaborador en el programa radiofónico de realidad social 2Catalunya sense barreres (Radio Estel, ONCE) y que como escritor fue finalista del Premio Fernando Lara en 2008 con El abismo de los sueños (no publicada) y ganó el Premio Tiflos de Novela en 2006 con El peso de los muertos . El espaldarazo internacional lo logró, sin embargo, en 2011 gracias a La tristeza del samurái (Editorial Alrevés), novela traducida a una decena de idiomas y best seller en Francia, además de contar con el reconocimiento de la crítica y de numerosos premios. Entre ellos, Le Prix du polar Européen 2012 a la mejor novela negra europea que otorga la publicación francesa Le Point en el festival de Novela Negra de Lyon, le Prix QuercyNoir, el Premio Tormo Negro 2013 y Le gran Prix de littèrature policière en 2015. El 13 de mayo del 2014 publicó Un millón de gotas (Destino), elegida mejor novela escrita en español del 2014 por la asociación de blogueros en España Creatio Club Literario, el tercer premio Pata Negra Ciudad de Salamanca 2015 y el Gran Premio de Literatura Policíaca 2015, en Francia, premio que solo ha sido ganado anteriormente por dos autores españoles, Manuel Vázquez Montalbán en 1979 y Arturo Pérez Reverte en 1998.

También ayer, pero en declaraciones a Ernest Alós, de el Periódico de Cataluña, y preguntado sobre si este puede ayudar a que tenga en España la acogida que ya tiene en Francia, señaló: "Los premios que he recibido en Francia siempre han sido de género, el polar, lo que me ha situado en un target, en el que me he sentido cómodo porque va más allá de la novela negra. Ahora tendré más visibilidad para llegar al gran público como quiero llegar, como escritor.

Sobre que tiene una cierta tendencia a la frase lapidaria, a la sentencia, explicó: "Acabas escribiendo como piensas. No sé si por mi formación como seminarista. Tengo certezas y las intento formular de manera clara y concisa. Pero lo que no soy es admonitorio. Sí, soy una persona de frases contundentes. Siempre intento encontrar un concepto: Somos lo que somos porque venimos de donde venimos. Bien: qué reflexión hay detrás de esto.

Sobre qué le ha marcado más, ¿haber sido seminarista o policía?, señaló: "Me marcó más la época del seminario, me dejó una visión de la condición humana. Mi tiempo en la policía me dejó una visión, muy crítica, de cómo funciona el mundo, la ley, el poder. Entiendes que bajo la apariencia de normalidad hay un submundo.