Que el ajedrez es un juego especialmente indicado para los niños no es nada nuevo. Lo que ya no es tan conocido es que los expertos indican que el 'juego' ofrece múltiples beneficios también a los adultos. Hablan de estrategia, de lógica, aunque a menudo se les olvida hablar, enfrascados en la utilidad práctica --es lo suyo--, de algo más básico: el entretenimiento, la diversión, el disfrute, la emoción, cuando no el apasionamiento en no pocos casos. Casi nada... Por ello no es extraño que numerosos especialistas aconsejen tanto a niños como a adultos jugar ajedrez.

El 'juego' de ajedrez puede ser considerado como una útil herramienta para evitar el deterioro cognitivo. No en vano se ha demostrado que la realización de actividades intelectuales de forma continuada ayuda a evitar o al menos a retrasar la aparición de enfermedades mentales en edades avanzadas, así como a prevenir el tan temido trastorno de Alzheimer. En este sentido, instituciones tan prestigiosas como la Academia Americana de Neurología hablan de que la práctica del ajedrez "reduce 2,6 veces el riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas del cerebro", y por ello el ajedrez se convierte en un arma muy económica y poderosa destinada a mejorar la calidad de vida de la tercera edad.

Como monitor de esta disciplina tengo cierta experiencia en ambos ámbitos, pero el caso es que al hacerme cargo de los grupos este nuevo curso, al tener alumnos de edades tan dispares --desde educación infantil a jubilados-- pensaba como parece natural agruparlos por edades. No obstante, un pequeño incidente que hizo que llegara con retraso el primer día --nunca se sabe-- hizo que mi planteamiento inicial quedara al menos por el momento en suspenso.

Así pues, debido, creo, a la 'providencial' circunstancia, al llegar allí, en lugar de encontrar un pelotón heterogéneo y un tanto descontrolado que era lo que esperaba --máxime siendo el primer día que casi nadie se conoce-- me encontré con un grupo más o menos homogéneo, con cierto orden natural carente de autoridad sin necesidad alguna de haber sido organizados de antemano y agrupados espontáneamente sin tener en cuenta para nada el criterio edad. Así que como la cosa parecía ir relativamente bien la dejé como estaba.

Fue un acierto pleno. Actuaban como si fuera lo más normal del mundo y yo he llegado a la conclusión de que eso debe ser: que es lo más normal del mundo, y he llegado a pensar seriamente, no sé si con razón o no, que lo antinatural es lo que en principio tenía pensado hacer, que lo antinatural también es tener a los niños 'facturados' en guarderías y colegios el mayor número de horas posible, que lo antinatural es tener 'facturados' a los 'viejos' que para compensar se les llama hipócritamente tercera edad, 'facturados' también en mal llamadas residencias, porque nadie se atreve a decir que al primer síntoma de tos hay que llevar al abuelo al asilo. Eso creo que es lo antinatural y por eso, por ser lo más natural del mundo, es por lo que creo que el rendimiento a todos los niveles de este grupo es sencillamente fabuloso. He tenido --creo-- el acierto de no interferir, que visto lo visto, creo que no es poco.