Oscar Pereiro (Mos, Pontevedra, 3 de agosto de 1977) se encontraba la noche del miércoles pasado, en la estación de esquí de La Toussuire, de pie frente a la carpa montada por el complejo hotelero que acogía a la mayoría de equipos para dar de cenar a corredores y auxiliares. Ante él se había formado una cola de admiradores que solo pretendían un autógrafo o una foto con el maillot jaune .

Otro corredor más introvertido, al estilo de Miguel Induráin, o más matemático, como Pedro Delgado, después de cenar, se habría recluido en la habitación. Sin embargo, Pereiro disfrutaba como un niño del contacto con los aficionados.

Era el mismo Pereiro que el lunes pasado, en la conferencia de prensa que dio cerca de Gap como primer clasificado de la general, se dirigió personalmente a la delegación de periodistas gallegos que había dejado la concentración del Celta en Aix-les-Bains para incorporarse a la caravana del Tour. Los conocía a todos por su nombre y los trataba como si fueran amigos de toda la vida. Es un extraordinario relaciones públicas.

El futuro del corredor

Pereiro es de aquellos que enseguida conoce al periodista por su nombre. Es también capaz de enfrentarse a su primera comparecencia pública como jersey amarillo, en la meta de Montélimar, como si llevara toda la vida como líder del Tour y sin necesidad de utilizar los servicios de Pascal, la intérprete del Tour, al atender a la prensa en castellano, francés, inglés, italiano y hasta en gallego si hubiese hecho falta.

Si se le tuviera que comparar a alguien, el mejor ejemplo sería el de Claudio Chiappucci. En 1990, le permitieron en Futuroscope una fuga similar a la de Pereiro y hasta tuvo la gallardía de escaparse con el jersey amarillo para irritar a Greg Lemond, para consumir sus nervios y para soltarlo solo en la última crono de la carrera. Chiappucci, el mismo que se fue a la cama con el jersey amarillo el primer día que lo conquistó, se convirtió en 1991 y 1992 en el rival de Induráin.

A diferencia del italiano --de ahí la sorpresa que causó que los directores de equipos le permitieran una fuga de 30 minutos--, Pereiro no era un desconocido, con una victoria en el Tour (Pau, 2004), dos décimos puestos en la general, una segunda posición en la Vuelta a Suiza y un triunfo en la Clásica de los Alpes.

Al Tour acudió como principal gregario de Alejandro Valverde. Y hasta tuvo la desgracia, sin querer, de ser la rueda trasera de su bici la que tumbó al murciano. Pereiro sigue teniendo una gran confianza hacia su compañero. El sábado, una vez se confirmó que había perdido el jersey amarillo ante Landis, sorprendió al repetir su admiración hacia su líder: "Yo lo he perdido, pero si Valverde no se llega a caer, mantiene el jersey amarillo hasta París".

Los cinco días de amarillo y su segundo puesto le han cambiado la vida profesional. José Miguel Echávarri, el mánager del equipo, ya sabe que es irrevocable la necesidad de revisar su contrato. Pero no le importa porque sabe que ha vuelto a reunir en su escuadra, salvando diferencias, a la pareja de moda y más mediática del ciclismo español, el nuevo dúo dinámico, como sucedió en la época de Induráin y Delgado.

Con ellos piensa acudir a la Vuelta. "Valverde será el jefe de filas y yo el ayudante", recalca Pereiro. Y así será porque Echávarri sabe que la pareja será la gran atracción de una carrera que los necesita.