Cómo estará la F-1, cómo estará Ferrari, cómo estará Fernando Alonso que, en vivo y en directo, por radio y en la tele, en la pista y en los talleres de la Scuderia hubo gritos, jolgorio, fiesta, vítores y elebración por el cuarto puesto del bicampeón asturiano en la tanda clasificatoria del GP de España (14.00 horas, La Sexta), quinta parada de la temporada.

Cuentan que el viernes del GP de Australia, a finales de marzo, hubo una curiosa charla entre papá Alguersuari y su hijo Jaime camino del hotel. Sebastian Vettel (Red Bull) había parado el crono en 1.26.014 minutos. No había sido el mejor y don padre le planteó a su disc jockero hijo qué posibilidades tenía Lewis Hamilton (McLaren) de quitarle la pole al alemán. "¿Posibilidades? Cero posibilidades, papá. Mañana Sebastian hará 1.24". El amigo de Jaime no hizo 1.24 ¡hizo 1.23.529! La pole , claro. A la hora de merendar, Don padre miró a su hijo, que se limitó a decirle: "Papá, ese coche es un avión. Yo hice 1.24 el otro día en el simulador ¡cómo no va a hacer Vettel 1.23!".

DEMASIADA DIFERENCIA La cartera de Dietrick Mateschitz y el lápiz de Adrian Newey han puesto en manos de Vettel y del veterano Mark Webber un monoplaza que, no solo ha terminado con el interés de las carreras (Vettel ha ganado tres de los cuatro grandes premios disputados y, en el cuarto, ha quedado segundo, superando ya en 34 puntos --más de un GP (25)-- al segundo que es Hamilton) sino que ha dejado en un mero entretenimiento la sesión del sábado, en otros tiempos decisiva, al considerar sus rivales, en la más pura política Mourinho, que no hay nada que hacer contra ellos, que es imposible vencerles, de modo y manera que lo más útil es hacer lo justo, en número de vueltas, esfuerzo personal y desgaste de material, guardándose las ruedas para el domingo.

Vettel y Webber se han hecho instalar un sofá y un plasma de 60 pulgadas en su taller para, una vez logrado su crono, inalcanzable para los demás, observar como sus colegas se suben por los arcenes, zarandean sus monoplazas, cruzan manos y brazos, sudan y gritan para ser ¿terceros? (no, esa plaza ya es de Hamilton), ¿cuartos? (sí, cuartos, pura gloria ayer para Alonso) o ¿quintos? (posición para la que hay bofetadas: Button, Rosberg, Schumacher, Petrov...). Los Red Bull salen, gastan un juego de ruedas (a poder ser duras, más en Barcelona, donde las blandas te dan dos segundos menos), se coronan, lideran la clasificación (no importa qué día, ni qué sesión) y se meten en la madriguera, al sofá.

CONFIANDO EN WEBBER Ha sido así en Melbourne, Malasia, China y Turquia. Fue así ayer. Y lo será ¿verdad? también hoy. Su mundo está a un segundo del resto. Por eso los demás se han hecho amigos de Webber (¡menudo abrazo le dio ayer Alonso!), porque solo el australiano, que posee las mismas armas que el campeón, puede evitar el paseo militar de Vettel, a quien sus jefes rogaron ayer que permitiese a su compañero disfrutar de la misma pole que logró el año pasado. Por eso Vettel y Webber se quedaron ayer en su boxe y no gastaron más ruedas. "Os jugais la pole position a una vuelta", debió decirles el jefe Christian Horner. Ganó Webber y Vettel respetó su tiempazo. Veremos hoy, veremos.

Pese a que Ferrari ha ganado seis de las últimas diez carreras que se han disputado en Montmeló (cuatro para Michael Schumacher y las ottras dos para Kimi Raikkonen y Felipe Massa), Alonso tuvo que ejercer el milagro para meterse, por vez primera (siempre ha sido quinto), en segunda fila. "Si me dan 20 intentos para repetir esa vuelta, no lo consigo, fijo. Fue casi perfecta y, sí, tal y como están las cosas es una gran posició", reconoció Alonso mientras celebraba la conquista por radio con su equipo. "El podio vuelve a ser posible. Podemos, sí". Capaz desde luego que es. Le llaman Magic . O Milagro .