No hay líder más reconocible en el actual Atlético de Madrid que el argentino Diego Simeone, que dirige este miércoles el asalto del conjunto rojiblanco a los cuartos de final de la Liga de Campeones tres años después en Anfield, un estadio legendario, que intimida tanto o más que su equipo local, el Liverpool, y al que llega con una ventaja mínima (1-0) del Metropolitano; aún solo media hazaña, a la que le queda la parte más compleja (21.00 horas).

El desafío todavía es gigantesco para el Atlético y para su técnico, al que se dirigen todas las miradas: ¿Cuál será la propuesta? ¿Qué once alineará? ¿Habrá sorpresa en la alineación? ¿Morata o Diego Costa? ¿Marcos Llorente o Correa? ¿Presión alta o repliegue intensivo? ¿Salida potente o a la expectativa? En Turín, hace un año, fue un equipo irreconocible, que cayó por 3-0. En Múnich, en 2016, resurgió para alcanzar la final con una derrota por 2-1 ante el Bayern. En Londres, en 2014, goleó 1-3 para llegar al duelo decisivo del torneo.

Hay ejemplos suficientes para pensar en el éxito. También, el más reciente, para el fiasco o el aprendizaje de un equipo que ha cambiado mucho desde entonces a ahora y que ya demostró su capacidad para doblegar a cualquiera en el duelo de ida en el Wanda: un 1-0 y una rebelión feroz contra los pronósticos por la que el Atlético vuelve a creer en que todo es posible frente al actual campeón de Europa, aunque la vuelta amplifica el reto hasta límites desconocidos.

Necesita gol el Atlético. «Tenemos que intentar marcar», decía Saúl. Un tanto dispara las posibilidades del equipo rojiblanco, porque exige tres de su adversario para eliminarlo, con todo lo que eso supone contra un rival como el conjunto que dirige Simeone (invicto en sus seis últimos compromisos), por mucho que la actual temporada esté tan alejada del nivel que se presuponía al equipo en verano, cuando era un aspirante a todo que ahora solo sobrevive en la Liga de Campeones y en la pugna liguera por el tercer puesto.