En un lugar con un marcado acento caribeño y rodeado de naturaleza, el Abierto de Miami dijo adiós ayer a Cayo Vizcaíno, donde se disputa desde 1985 el considerado durante años el ‘quinto Grand Slam’, y lo hace con la sensación agridulce de cambiar modernidad por historia y recuerdos. La ausencia de renovaciones en sus instalaciones le han ido quitando un lustre que espera recuperar a partir de 2019 en el Estadio Hard Rock, situado al norte de Miami, aunque dejó intacto un ambiente especial.

Arantxa Sánchez Vicario, única representante del tenis español en ganar en Cayo Vizcaíno (1992 y 1993), reconoció a Efe que se le caerá «alguna lágrima»Cuando se despida del Cayo Vizcaíno. «Para mí es una pena que deje Crandon Park porque tengo muy buenos recuerdos, muy buenas memorias», explicó la ganadora de dos títulos individuales y cinco en dobles. Es el sentir mayoritario de jugadores y público, que abuchearon al director del torneo, James Blake, cuando mencionó el cambio de sede. Pocos se quieren ir, pero todos esperan que las mejoras del Estadio Hard Rock compensen la historia en algo, al menos.