Sin equipo, por muy bueno que se sea, por mucho apellido que se tenga, no se puede ganar una ronda de tres etapas, ni siquiera subir al podio, del que Esteban Chaves apeó a Alberto Contador, gracias a su empuje y a la entusiasta colaboración de su escuadra, el Orica australiano.

Contador ha corrido la Vuelta más solo que la una. Quizá la ayuda de Yuri Trofimov, en ruta hacia Aitana, ha sido la única respuesta positiva de un Tinkoff, que desaparece a final de temporada y que lleva ya años siendo el fiel reflejo del capricho de un millonario ruso, Oleg Tinkov, a veces más corredor y técnico, que dueño de una escuadra, que nunca ha trabajado con firmeza en favor de Contador. Ni en el pasado Tour, que el madrileño abandonó tras dos caídas, ni en esta Vuelta, desprotegido siempre en los momentos claves. Porque, de hecho, la famosa escapada de Formigal, aunque contase con colaboración del Tinkoff, la hizo él solito y suyas fueron las pedaladas que al final sirvieron a Quintana, marcando su rueda ante el despiste de Froome, para ganar la ronda española.

"Sin equipo no puedes responder muchas veces. Pero he podido disfrutar en esta Vuelta y eso no me lo quita nadie. Aunque también he aprendido a desenvolverme solo", dijo tras perder el podio por 13 segundos ante Chaves que lo atacó con garra cuando quedaban 47 kilómetros para meta, con compañeros como Damien Howson, para impulsarlo en su ofensiva. Un Chaves que este año ha sido segundo del Giro y tercero de la Vuelta.

Contador tuvo gregarios en el Tour que iban a su bola, como Rafal Majka y Romain Kreuziger, y fieles en la Vuelta pero sin fuerzas. Ahora cambiará de equipo. En el 2017 se enrola en el Trek estadounidense, con toda una estructura a su imagen y semejanza, una apuesta de valor porque él sigue pensando que tiene una ronda francesa en sus piernas, machacadas por las caídas. Las carreras lo tendrán dos años más, con la mirada puesta de nuevo en París, aunque dos compañeros de clase, Froome y Contador, se sienten en la primera fila del liceo francés.