El dibujo era el de un gallo cantando. A su lado, un gigantesco número 4. 14 de julio de 1917. Batalla de Verdún. Cinco balas alemanas en el cuerpo. Una de ellas le había atravesado el corazón. El dibujo del gallo cantando estaba pintado en el fuselaje del avión y el número 4 no era casualidad. Era el que la víctima, el sargento de aviación Octave Lapize, había lucido en el Tour de 1910, cuando lo ganó con 22 años. Lapize, hace ahora un siglo, se convirtió en el primer corredor en coronar el Tourmalet, en una etapa cruel: 326 kilómetros de Luchon a Bayona.

Ha querido el Tour rendir homenaje a la más emblemática cumbre de la carrera con motivo de los 100 años de su primera escalada, una doble ascensión, por las dos vertientes. Hoy y el jueves. Es el Tourmalet. Y qué mejor que rendir ahora otro homenaje al ciclista que coronó su cima el jueves 21 de julio de 1910.

A las tres y media de la mañana, el pelotón se puso en fila. Silencio. Era necesario escuchar el disparo que servía como señal para que se abriera un camino para la historia. 58 minutos tardó Octave Lapize, en esta primera ocasión acompañado por Gustave Garrigou, que ganó el Tour del año siguiente, en coronar el Peyresourde. A las 5 de la mañana, la pareja ya se encontraba a pie del Aspin. Por caminos pedregosos, la batalla que libraban Lapize y Garrigou era escalofriante. A mitad de ascensión, pasó a la acción. Cedió Garrigou. Tres minutos de ventaja en la cima.

Las viejas glorias

Fue entonces cuando empezó la primera ascensión al Tourmalet, mucho antes de que las glorias del Tour dejaran allí la firma. Philippe This (1913), el primero en ganar tres veces en París; Octavio Bottecchia (1924), antes de morir de una pedrada. ¿Quién lo mató? ¿Fue un comando fascista? ¿O el padre de la chica que visitaba a mitad de entrenamiento, en un amoroso alto en el camino? Nunca se supo la verdad. Vicente Trueba (1933), la Pulga de Torrelavega, era pequeñito, el primero en ganar el gran premio de la montaña.

Y más. Como Fausto Coppi (1949 y 1952), camino de sus dos Tours triunfales, el gran Coppi, el Campeonissimo. Por supuesto, don Federico Bahamontes, El Aguila de Toledo, que ganó el Tour de 1959, un 18 de julio, qué rabia, paella en la Embajada en París, que lo coronó primero cuatro veces entre 1954 y 1964. Para rabia la de Claudine Merckx, la esposa del Caníbal. Rompió aguas mientras su marido, en el Tourmalet (1969), destrozaba el Tour. "Empecé a llamar al ginecólogo y no le encontraba. Estaba frente al televisor, admirando a Eddy, como toda Bélgica". Y mucho más tarde Julio Jiménez, Lucien van Impe, Chiappucci, Tony Rominger y, por supuesto, Armstrong.

Lapize tardó 90 minutos en recorrer el camino de cabra que conducía a la cumbre. En el kilómetro 5 ya volvía a estar solo. Los tramos de pendiente más fuerte los hacía a pie. Las piernas estaban reventadas de dolor. Pero fue Garrigou quien se llevó la primera de 1.000 francos. Fue el único que lo subió sin poner pie a tierra.

A las siete y media de la mañana Lapize coronó el Tourmalet. Aún le aguardaba el Aubisque, donde pronunció su famosa frase al ser interrogado por un periodista de la organización. "¿Qué hay, Lapize?". "¿Qué hay? Hay que sois unos asesinos, unos criminales". Catorce horas y 10 minutos tardó en ganar la etapa..