La decimoctava etapa del Giro 2011, solo quedan dos para llegar a Milán, se podría resumir como la jornada en la que Alberto Contador fue al rescate de un amigo llamado Paolo Tiralongo, de 33 años, al que recompensó por la ayuda que le prestó hace un año en el Tour, al que obsequió con un triunfo, el mejor regalo que el ciclista italiano podía recibir en su carrera deportiva. Siempre trabajando para los demás, ayer levantó los brazos por primera vez gracias a la generosidad de su antiguo jefe de filas.

"Cuando me alcanzó Contador vi a un amigo y no a un rival. Sabía que no me iba a pasar. Solo miraba por detrás si venían otros corredores". Penúltima etapa de montaña --hoy Sestrieres cerrada el capítulo de ascensiones en la ronda italiana--, con el Giro sentenciado a favor de Contador, que ayer sumó 12 segundos de bonificación (Michele Scarponi ya está a 5.18 minutos), la maglia rosa , propuso a su amigo Tiralongo que se escapase e intentara ganar la etapa, que él lo protegería por detrás.

Tiralongo saltó a seis kilómetros de la meta, justo en el instante en el que el Katusha trabajaba para que Joaquim Purito Rodríguez se anotara el triunfo de etapa. Purito también pasó al ataque y poco a poco le comía terreno al ciclista italiano. Contador, desde atrás, como año y señor del Giro, observaba todo lo que ocurría. Al margen de nacionalidades, él quería que su amigo Tiralongo triunfara en la principal carrera de su país. Fue el mejor escalador que tuvo en el Tour 2010, una victoria que le costó mucho más que la que alcanzará mañana en la capital lombarda por segunda vez.

EL DEMARRAJE Por eso, cuando comprobó que Purito se comía a Tiralongo, saltó del pelotón de figuras. Superó al corredor catalán, capturó al italiano --todo ello con una velocidad espectacular, al más puro estilo de Eddy Merckx-- y le indicó que se pusiera a rueda. Contador decidió conducirlo a meta y prácticamente entregarle el ramo de flores y hasta los besos de las azafatas. Y así fue. Entraron los dos juntos, Tiralongo en primera posición. Palmadas, palabras de agradecimiento mutuas. Era la imagen que llegaba desde Italia, como las palabras de Contador: "Por delante iba un amigo, pero yo no le regalé nada. Estoy mucho más contento que si hubiera ganado yo mismo. Se lo merecía por su esfuerzo. El año pasado hizo un esfuerzo imprescindible para mí, un trabajo enorme para que yo ganara el Tour. Se merecía esto y mucho más". El decidió quien ganaba. Pudo imponerse en la etapa. Sin embargo, la amistad estuvo por encima de todo. Gesto de campeón.