Cuando Miguel Induráin vislumbraba en el horizonte las cumbres alpinas o pirenaicas respiraba tranquilo. Había pasado el peligro de las caídas. A no ser que los hagan ir por autopistas, lo que sería un atentado en toda regla para el espectador, siempre, por los siglos de los siglos, pasará igual en la primera semana llana del Tour. Más de uno tendría que tomarse una tila, que no da positivo, antes de tomar la salida. Y no solo los corredores. Ayer, Alberto Contador se fue al suelo por dos ocasiones. Janez Brajkovic, jefe de filas del RadioShack, con peor suerte, se tuvo que retirar. También se estamparon en la ruta bretona Robert Gesink y Tom Boonen, Y todo, ¿para qué? Pues para que la etapa terminase como estaba anunciada, al esprint y con victoria de Mark Cavendish, el mejor en este terreno.

Tampoco pasaría nada si se evitara correr con los nervios a flor de piel, El Tour no se gana en el llano. Pero sí se puede perder. "A 70 kilómetros" explicaba ayer Jesús Hernández, compañero de Contador "si te vas al suelo te rompes los huesos. Nosotros no llevamos protección. Hay mucho nerviosismo".

LA MOTO Y LA BICI Y esa inquietud no afecta solo a corredores. Nicki Sorensen, otro integrante del Saxo Bank de Contador, tuvo que correr a pie. Si a pie y gritando que le devolvieran la bicicleta, que se había enganchado a la parte trasera de una moto de fotógrafos. La escena pudo parecer de película cómica de los tiempos mudos del cine, pero la motocicleta tumbó al corredor danés, se llevó por delante la bici y hasta que se dieron cuenta del percance anduvieron arrastrando la máquina varios centenares de metro. "Quiero agradecer a la moto de fotógrafos que haya tumbado a mi compañero y haya arrastrado la bici casi un kilómetro", protestó ayer Contador muy enfadado.

No hubo escapadas importantes. Ningún favorito trató de romper los esquemas en una jornada peligrosísima por el fortísimo viento que sopló en la costa armónica de Bretaña.