Tres meses de máxima tensión, de máxima emoción y de una fe ciega en que sí, se podía. El Extremadura nunca dejó de creer, y menos aún cuando llegó Manuel Mosquera a su banquillo. El técnico gallego ha cambiado la mentalidad de un grupo de futbolistas que le ha seguido a pie juntillas. «Gracias al club por pensar en mí. Gracias a mis jugadores, que son unos fenómenos. Estoy muy orgulloso de haberles entrenado. Y gracias a la ‘Mano Gigante’ (afición) porque es una barbaridad lo que han hecho». Esas fueron las palabras primeras de un entrenador con una sonrisa de oreja a oreja.

El técnico del Extremadura confesó que no había sido nada fácil el partido ante el Lugo: «mentalmente ha sido el más difícil porque cuando uno lo tiene cerca, es más difícil. Quiero que la gente reconozca el esfuerzo. Hemos logrado una cosa que es de todos juntos, con tesón y siempre uniendo energías. Lo hemos hecho todos», apuntaba muy emocionado.

Fue un lleno hasta la bandera en el Francisco de la Hera. Ni un alfiler cabía. En el palco, toda la tensión del mundo con un Manolo Franganillo, el presidente, que se desvivía por el pitido final. Suya también es una permanencia a base de estar siempre encima de su equipo. Un hombre que ha apostado más fuerte que nadie por este Extremadura. Muchos eran incrédulos de su gestión, pero la única realidad es que ha logrado que el fútbol extremeño repita otra temporada más en el fútbol profesiona. Con lo que todo eso conlleva en lo deportivo para esta región. Y en lo social. Y en lo económico. Y en todos los aspectos porque el fútbol profesional, a día de hoy, es uno de los mayores escaparates que puede existir.

La conocida fuente de las ranas, ahora repleta de cubos de acero, se llenó de aficionados que querían celebrar la fiesta. El Extremadura no quiso tener fiesta privada, aunque los jugadores lo celebraron durante toda la noche.

Ahora, como dice Manuel, toca pensar en los partidos de Cádiz y Mallorca. «Tenemos que ser profesional. Tenemos un sello ganador y vamos a conservarlo». Pero será más tranquilo. Sabiendo que, el año que viene, otra vez hay LFP.