Era su último juego de neumáticos del día. Salió del box y, como reconoció su jefe, Livio Suppo, «con el neumático aún frío». Al llegar a la curva 11, en bajada, la rueda perdió tracción y, de pronto, se agarró con fuerza al asfalto. En esa milésima de segundo de patino-agarro, agarro y escupo, la Honda de Dani Pedrosa (de 31 años, 11º año en MotoGP) catapultó por encima de la cúpula de la moto al pequeño piloto catalán. Fue un arco, recién tensado, haciendo volar una pluma, que se estrelló en el suelo, produciendo la segunda rotura de la clavícula derecha, las mismas que tiene en la izquierda.

«No hay mucho que decir, solo quiero desearle suerte a Hiro Aoyama, que me sustituirá, y recuperarme lo antes posible», fueron las palabras de Pedrosa en el comunicado oficial, hecho público mientras un helicóptero privado despegaba desde el helipuerto del hospital de Motegi, ante los saludos y aplausos de media docena de dirigentes de Honda. Pedrosa, que llegará hoy a Barcelona, será intervenido de inmediato.

No será una operación fácil. Pedrosa tiene cuatro fragmentos sueltos de su clavícula y un tornillo de una operación antigua. Quiere reaparecer en Cheste (Valencia, el 13 de noviembre) y cumplir una doble misión: ayudar a Honda a ganar el título de constructores (son líderes con 403 puntos, por 378 de Yamaha) y probar la Honda del 2017. «Para nosotros es un palo muy fuerte perder ahora a Dani -señaló un compungido Marc Márquez-, porque, tras su victoria en Misano, era evidente que estábamos asistiendo al regreso del mejor Pedrosa. Y me podía ayudar a ganar el título y es vital para lograr el cetro de marcas».