CACERES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD: Dani Rodríguez (15), Asier Zengotitabengoa (7), Pedro Robles (17), José Angel Antelo (9), Leon Williams (8) --cinco inicial-- Juan Sanguino (0), Justin Sedlak (2), Xavi Forcada (10), Carlos Cherry (12).

IBEROSTAR CANARIAS: Albert Sabat (15), Jaume Heras (0), Levi Rost (15), Ricardo Guillén (15), Jakim Donaldson (14) --cinco inicial-- Nacho Yáñez (12), Adrián Fuentes (0), Nicolas Richotti (17), Jesús Chacoyen (5), Fotios Lampropoulos (4).

PARCIALES: 16-27, 36-48 (descanso), 60-71, 80-97 (final).

ARBITROS: Fernández Sánchez y Pinela García. Sin eliminados.

INCIDENCIAS: Séptima jornada.

Era una entelequia. Ganar para el Cáceres Patrimonio se convirtió anoche en una misión imposible. La derrota ante el Canarias (80-97) se justificó desde la lógica más absoluta, impuesta por un rival descomunal, muy probablemente el equipo más armado de la LEB Oro.

El esfuerzo colectivo notable del grupo de Gustavo Aranzana solamente sirvió para demostrar gallardía y profesionalidad y para aumentar en autoestima de cara al futuro, que se presenta ahora más asequible, al menos sobre el papel.

Pero eso, ante oponentes tan descollantes como el de ayer, al que se le añadió la complicidad arbitral, resulta insuficiente. Poco menos que la excelencia deportiva hubiera hecho falta para batir a un conjunto que rayó la perfección en ataque y que mantuvo la tranquilidad y el equilibrio cuando le hizo falta.

A los amarillos les entró la pelota en situaciones inverosímiles. Un ilustre veterano, Nacho Yáñez, y un base que le tiene comida la moral al Cáceres, Albert Sabat (9 de 12 en triples la pasada campaña), dieron un curso de perfeccionamiento de tiro con impecable resultado.

Solamente un encuentro sobresaliente hubiera dado alguna opción al Cáceres, un equipo honesto y corajudo siempre. No bajó los brazos nunca el equipo local. Así se puede perder. Así se podrá ganar. Así se compite.

El cuadro extremeño apenas resistió cinco minutos en un tú a tú claro. Sus cinco titulares anotaron dos puntos en el 10-10 pasados los cinco minutos. Fue realmente tremendo el duelo de pívots dominantes de la categoría (Antelo-Williams versus Donaldson-Guillén). El espectáculo estaba dentro. Pero los extremeños apenas rotaban y los canarios casi cambiaban en cada jugada. Desgaste brutal.

EL TIRON En apenas tres minutos, el equipo de Alejandro Martínez se sitúo 12-19. Faltaban 2.47 para el final del primer acto y Aranzana ya tenía que pedir tiempo muerto. Salió Cherry. Salió después Forcada. Williams y Antelo se cargaban ya de personales. Sedlak y Sanguino, por mucho interés que pongan, bajan el nivel ostensiblemente.

El partido tenía un dueño. Sabat y Rost, irreductibles en el tiro exterior, con un Ricotti no menos efectivo, martilleaban el aro local. Era terrible. A ello se unió la parcialidad arbitral, difícilmente explicable en un duelo tan desequilibrado.

Los esfuerzos de Zengotitabengoa, Robles y Forcada sirvieron para estar aún en la pelea, pese a que la producción visitante iba a velocidad de crucero hasta los 100 puntos. En el principio del tercer cuarto, 36-53 (min. 22). Antelo hizo la tercera, Aranzana sufrió una técnica, en pleno proceso de desesperación, y el Canarias huyó (39-57).

Dani Rodríguez y los esfuerzos de Williams crearon un horizonte distinto, aderezado con la encomiable lucha colectiva. En el inicio del último cuarto, con dos bases en pista, el Cáceres se situó a 9 puntos (64-73).

Pero fue imposible después porque el rival era mejor, con una batería de recursos incontestable ante un cuadro en el que la baja por lesión de Carleton Scott no pareció ya una rémora, aunque debería serlo por su condición de extracomunitario. Allí apareció Yáñez, con su mano prodigiosa, acertando casi sin querer, con triples de último segundo. Quiso el Cáceres, pero no pudo. Era una misión imposible. No era noche de milagros.