El silencio fue sobrecogedor. Roger Federer se quedó mudo más de medio minuto. Intentaba hablar, pero no podía. Solo lloraba, impotente, hundido. Rod Laver, John Newcombe, Tony Roche y Andrés Gimeno, campeones legendarios, miraban atónitos el derrumbe emocional del campeón suizo. Nadie podía consolarle. El presentador pidió un tiempo para que Federer pudiera recuperarse antes de darle el plato como finalista del Abierto de Australia. "Estaba noqueado y triste. He estado luchando más de cuatro horas, quería ganar el título y todo esto te sobrecoge", explicó Federer tras la ceremonia de entrega de premios. El exnúmero uno, de 27 años, era consciente de haber dejado escapar una oportunidad única de hacer historia.

Nadal golpeó cariñosamente al suizo cuando subió al podio para recibir el trofeo de campeón de manos de Rod Laver, que fue homenajeado antes de empezar la final como el último ganador del Grand Slam (los cuatro grandes el mismo año) y que compartió ese éxito con los cuatro rivales que se enfrentaron a él en las finales de Australia (Andrés Gimeno), Roland Garros (Kenny Rosewall), Wimbledon (John Newcombe) y EEUU (Tony Roche) en 1969.

"Como un señor"

"Sé que hoy estás un poco dolido, pero estoy seguro de que ganarás más de 14 Grand Slam. Tú eres uno de los mejores tenistas de la historia y me encanta jugar contra ti, te deseo lo mejor para el resto de la temporada", le dijo en su parlamento para después acercarse a Federer y abrazarle. Una imagen que muestra el buen rollo de los dos jugadores. Un gesto que alabó el rey Juan Carlos cuando llamó telefónicamente a Nadal para felicitarle por su triunfo. "Has jugado un partido maravilloso y nos ha producido una enorme alegría tu triunfo. Te has comportado como un señor", informó un portavoz de la Casa Real.

"Me he sentido desolado por Roger, realmente ha sido una derrota cruel. El es el mejor jugador que nunca he visto, aunque mi tío me ha dicho que el mejor de la historia ha sido Laver", explicó Nadal, que no se atrevió casi a celebrar su gran triunfo. Nadal pensaba decir "¡hasta luego Lucas!", la frase que hizo famosa su amigo Carlos Moyá tras la final de 1997 contra Pete Sampras, pero lo evitó, quizás para no restarle solemnidad a un momento muy emotivo.

Por su parte, su entrenador y tío, Toni Nadal, no pudo ocultar la emoción en el palco de jugadores. "He estado a punto de llorar también en el palco viendo a Federer. No me gusta ver llorar a nadie y menos a Roger, a quien tengo mucho respeto y aprecio. Ha sido duro", comentó el entrenador a su sobrino en la puerta del vestuario. "Nos sabe muy mal por Roger porque merecía batir el récord de Sampras", explicó el padre del tenista, Sebastiá, que no vio claro el triunfo de su hijo hasta el final. "Lo peor fue cuando perdió el segundo set y llegó al tie break del tercero. Temíamos lo peor y le dábamos ánimos, que estuviese allí aunque fuera duro. Después de la final de Wimbledon estoy preparado para todo", aseguraba.