Los 600 metros que separaban la decisión de jugar las semifinales de la Copa Davis a nivel del mar en lugar de Madrid como quería Pedro Muñoz, el presidente de la federación española, son ahora un abismo de una profundidad insalvable que ha abierto la mayor crisis del tenis español en sus 100 años de historia. La división entre la élite del tenis masculino español y Muñoz es de imposible reconducción. La publicación de los sms que Muñoz envió a los tenistas, molesto por la oposición de estos a la designación de Madrid como sede de la Copa Davis, han cortado cualquier puente de entendimiento.

Los jugadores han tendido la ropa sucia en público y han dejado en evidencia las formas de actuar de un presidente que no viste precisamente de blanco. Muñoz ha cometido una doble falta que puede acabar costándole el partido. Prometió lo que no podía a los jugadores tras ganar a Alemania y su comportamiento como presidente en este culebrón de la Copa Davis no tiene ninguna defensa. Si en algún momento de las negociaciones ha tenido argumentos de su lado, los ha perdido con la actitud despectiva mostrada en los mensajes a los jugadores. A Muñoz le ha faltado frialdad y control antes de lanzar la bola de sus deseos al otro lado de la pista y los tenistas, que le tenían ganas desde su elección, se la han devuelto con un golpe profundo y a la línea que difícilmente podrá responder.

Desde hace días nadie habla ya de cuestiones técnicas o deportivas. Los jugadores ya han aceptado que deberán jugar contra Estados Unidos en unas condiciones técnicas que no querían. El pulso va ahora más lejos. Nadal y sus compañeros han puesto fecha de caducidad a Muñoz. Todos sienten que les ha traicionado por enésima vez y no le quieren ver más.

El presidente se cree chantajeado y ve oscuras intenciones en el entorno de los tenistas. Por ahora, aguanta. La crispación seguirá, pero alguien debería parar esta envenenada bola. El tenis lo agradecería.