Le acusan de no estar nunca por encima de un problema, de una avería, del deterioro de las ruedas, de la fiereza de sus rivales, de jugarse poco la vida. Le acusan de ser demasiado científico, calculador y metódico. Le acusan de vivir por y para la victoria, las carreras y su gente. Le acusan ser poco mediático, poco abierto, poco de todo. Y es que Dani Pedrosa, tricampeón del mundo de motociclismo, lo único que quiere es ganar carreras, títulos y, sobre todo, coronarse, de una vez, campeón del mundo de la categoría MotoGP. Lo que hizo ayer en Montmeló lo ha hecho ya un montón de veces. Es el llamado estilo Pedrosa: se apagan los semáforos, se apagan las luces y aparece el sol del asfalto.

Así corre Pedrosa, así gana, así humilla. El pupilo de Alberto Puig, la creación del Centro Neurálgico de Operaciones, la imaginaria escuela inventada por Tito Puig en su finca de Cardedeu, acumuló su tercera victoria consecutiva en España: venció, el pasado año, en Valencia; triunfó este año en Jerez y arrolló ayer en Montmeló donde, además de provocar un nuevo récord de asistencia (de las 112.600 del 2007 a las 113.150 de ayer), generó el delirio.

PERSEGUIDO La victoria de Pedrosa (Honda) fue de tal tamaño, su gesta tan espectacular, su apuesta tan alta y su dominio tan extraterrestre que ni siquiera el Doctor Valentino Rossi (Yamaha), segundo, ni el campeonísimo Casey Stoner (Ducati), tercero, pudieron responder a su poderío. Ni en las primeras vueltas, cuando rodó siempre a ritmo de récord, mucho más rápido de lo que había girado en los entrenamientos, ni al final cuando dosificó su empuje y controló gracias a la enorme diferencia que llevaba a sus perseguidores, cuya batalla podía seguir por las pantallas gigantes.

No fue el 3-0 que Italia infligió a España en Mugello hace siete días, pero la contundencia del triunfo de Pedrosa, que se coloca a solo siete puntos del Doctor Rossi en la clasificación del Mundial de MotoGP, es, sin duda, otra goleada. Porque solo Pedrosa y el heptacampeón italiano han sido capaces de lograr el triplete en Montmeló, venciendo en todas las categorías. Pedrosa, que triunfó en el 2003 (125cc), 2005 (250cc) y ayer (MotoGP), sumó su sexto podio en siete carreras: victorias arrolladoras en Jerez y Barcelona; dos segundos puestos en Portugal y China y dos terceros en Qatar e Italia.

El ritmo de Pedrosa fue tan estratosférico que siempre fue más veloz que el de sus rivales, incluso en las dos últimas vueltas, cuando Rossi y Stoner chocaban sus motos repitiendo el duelo del pasado año sobre el mismo asfalto. Aquella vez por la victoria, esta vez por las migajas que les dejó Pedrosa. Los mismos protagonistas del pasado año, pero esta vez con el orden cambiado porque, este año sí, el catalán va a por el triunfo mundial. Pedrosa se construyó su propia carrera.

No fue un 3-0, pero supo a 3-0. Y pudo haberlo sido. Pudo haber empate, pero ni Pol Espargaró (Derbi, 125cc), soberbio en su segundo podio consecutivo, ni Alvaro Bautista (Aprilia, 250cc) pudieron imponerse al final al francés Mike di Meglio (Derbi) y al italiano Marco Simoncelli (Gilera). Bastante hizo Polyccio con llegar al segundo puesto después de ver a sus amigos Nico Terol y Joan Olivé rodar por el asfalto en su persecución al líder francés.

ERROR DE BAUTISTA Y Bati , que tenía dominada, de nuevo, otra carrera de 250cc, a falta de cuatro curvas, sí, sí, ¡cuatro curvas!, se lió con el cambio de marchas al entrar pasado, muy pasado, en la curva de La Caixa, para intentar taparle el hueco a Simoncelli. La palanca, dicen, se le quedó en punto muerto y el italiano, el mismo que provocó el accidente de Héctor Barberá en la recta de Mugello, logró su segundo triunfo consecutivo.

Un montón de pajes rodearon al rey Pedrosa. Fue una victoria familiar, casi de clan. Ahí estaban dando saltos de alegría desde los padres de Puig hasta los de Pedrosa, pasando por los 113.150 hijos del motociclismo que decidieron que valía la pena asistir al banquete.