Rafael VII de Roland Garros sigue reinando sobre la tierra en París y el domingo tendrá a su mejor escudero, David Ferrer, al otro lado de la red para disputarle su octava coronación. Fiesta española y chasco francés. Ni el número 1 mundial, Novak Djokovic, pudo impedir, después de una durísima batalla de 4 horas y 37 minutos, que el rey impusiera su ley y su poder aclamado por 15.000 espectadores tras un duelo épico en la que se impuso por 6-4, 3-6, 6-1, 6-7 (3-7) y 9-7, ni Jo-Wilfried Tsonga puede ya aspirar al título que hace 30 años ganó Yannick Noah tras derrotarle, en un duelo menos épico, el tenista alicantino por 6-1, 7-6 (7-3) y 6-2.

Nadal logró lo más difícil; Ferrer, lo que parecía más lógico. Pero mañana será difícil que el alicantino le arrebate su octava corona al mallorquín. Alguien debería empezar a cambiar el nombre a la ley de la gravedad en Roland Garros. Porque cuando Nadal le pega a esa bola amarilla no hace caso a la física: vuela como un misil, arriba y abajo sin seguir la regla de Newton, para caer de forma incontrolada, pero perfectamente dibujada su trayectoria, para desespero del rival. El número 1 mundial, que ayer buscaba destronarle, acabó rendido, impotente, sin saber qué le había pasado, cómo se le pudo escapar un triunfo que tocaba con 4-2 de ventaja en el quinto set.

Djokovic había hecho lo más difícil salvando en la cuarta manga un 4-3 y luego un 6-5 en contra, con saque de Nadal, que estuvo ya a dos puntos (30-15) de lograr la victoria. Entonces Djokovic, en un golpe de genio, forzó el tie break , lo ganó y tomó la delantera en el marcador por 2-0 y 4-2. El heptacampeón parecía grogui. Djokovic golpeaba el puño contra el pecho, pero esa garra y corazón del que presumía no fue suficiente. Si alguien tiene esas virtudes marcadas a fuego desde pequeño es Nadal. Y cuando todo estaba en contra, cuando parecía que Djokovic podía arrancar la segunda derrota de Nadal en París, este sacó lo mejor de sí mismo para hacer posible lo imposible. Cuando menos lo esperaba, Djokovic cometió un falló que no olvidará en su vida.

COLGADO EN LA RED El serbio había sometido a Nadal a un incesante bombardeo de esquina a esquina y con toda la pista abierta, en un pulso a pulso espectacular desde el inicio. Pero entonces, en el fragor de esa inmensa batalla, con la cabeza a mil revoluciones, voleó posiblemente la bola más fácil de su vida, ganando el punto. Pero, por el ímpetu que llevaba, chocó contra la red y se quedó colgado sobre ella. "¡¡¡Oooooh!!!", gritó el público mientras Pascal Maria, el árbitro francés, daba el punto a Nadal ante la impotencia del tenista serbio que se quejaba, a pesar de saber que el reglamento es claro en este sentido: Djokovic había tocado la red antes de que la bola diera un segundo bote.

Fue el remate definitivo. Nadal le rompió el saque en el tercer break point y ya no dejó escapar otra vez la opción de victoria. Djokovic aguantó la igualdad con 5-5, 6-6 y 7-7, pero con 8-7 otra bola en la línea, a la derecha, acabó de hundir a Djokovic. Sus dos últimos tiros fueron lejos de la línea de fondo para entregar su saque en blanco, tirar la toalla y verse obligado a felicitar a Nadal.

FERRU, UN VENDAVAL Ferrer, que disputará el domingo su primera final de un Grand Slam, firmó un brillante partido contra el ídolo local, arropado por la gran mayoría de los 15.000 espectadores que siguieron el encuentro desde las gradas de la pista central Philippe Chatrier.

En el primer set, el español logró desarticular el potente servicio de Tsonga y asumir el papel de cañonero , con dos saques directos de Ferrer por ninguno del francés y un mayor porcentaje de primeros servicios (61 contra 34 por ciento).

Tsonga se concentró en la segunda manga y rompió por primera vez el saque del español para subir el 2-0 al marcador y colocarse después 3-0. Pero Ferrer supo reaccionar, le arrebató el servicio al de Béziers (2-3) y logró llevar el partido hasta el desempate. Lo ganó. El tercer set parecía un mero trámite. Y así fue.