Andrea Dovizioso (Ducati), uno de los seres más maravilloso que existen, inició el último de los 19 giros del GP de Malasia y al trazar la primera curva de Sepang, desvió su atención a la grada y, allí mismo, descubrió a su chica, Alessandra Rossi. Y comenzó la vuelta pensando en ella. En ella y en su pequeña hija, Sara, de 7 años, que estaría viéndolo por televisión con los abuelos en su casa de Forli.

«Fue ver a Alessandra y empezar a llorar a lágrima viva. Se me inundó el casco y yo sabiendo que tenía que acabar la vuelta, la carrera y que, detrás de mí, no venía cualquier, no, sino Valentino (Rossi)». Pero, al final, el mundo, el Mundial, el paddock, el motociclismo fue justo con Dovi y lo convirtió en el noveno ganador del año. «Pero ¿qué has hecho, Andrea, qué has hecho, cómo me has hecho sufrir tanto en la última vuelta, como has podido ir tan lento?», le espetó en el corralito su jefe, Gigi Dall’Igna, el creador de la impresionante Ducati Desmosedici. «¿Que qué me pasaba, Gigi? ¡Estaba llorando! ¡estaba llorando!»

Al fin se hizo justicia y, en un Mundial con un podio prodigioso, en el campeonato de los milagros, donde, en 17 carreras han habido ocho vencedores (Marc Márquez, Valentino Rossi, Jorge Lorenzo, Dani Pedrosa, Andrea Iannone, Cal Crutchlow, Jack Miller y Maverick Viñales), lo nunca visto en 66 años de campeonato, no podía ser que el único hombre que, en los últimos 15 años (desde Mugello 2001), no se ha perdido ni uno sola de los 257 grandes premios que se han celebrado, no tuviese su premio, su recompensa, un lugar destacado en esa vitrina. Porque, además, Dovi se convirtió ayer en el 25 ganador del 2016, cifra que establece un nuevo récords en el número de ganadores en las 51 carreras, de las tres categorías, que se llevan disputadas en esta campaña.

PELOTóN DE ESTRELLAS / La carrera contó, muy pronto, con el grupo de privilegiados de siempre donde se citaron casi todos los ganadores del año, a excepción de Miller y Viñales. Ahí estaba, como de costumbre, el bueno y admirable de Dovizioso.

Y, mira por dónde, Dovi fue el más listo del grupo, el que mejor nadó sobre el río de asfalto mojado. Se fueron cayendo los favoritos. Primero Iannone, que volaba; luego, Crutchlow, que con dos fracturas, peleaba por volver a vencer; a continuación Márquez («me dio rabia porque la caída de Australia sí fue arriesgando, ésta no, no»)…y, como Lorenzo estaba lejos, muy lejos, Dovizioso, tal y como reconoció luego, pudo cocinarse su victoria.« Sí, ésta ha sido una victoria cocinada a fuego lento», admitió. La única acción arriesgada que tenía que hacer, y no fallar, para ser el noveno ganador era adelantar a Rossi.

El adelantamiento decisivo se produjo en la primera curva de Sepang. Ahí fue donde Dovizioso decidió la carrera y puso pies en polvorosa. Retorció el puño de su Desmosedici para volver a ganar siete años después de Donington-2009. Y Sara saltó en el sofá de los abuelos. Y el mundo hizo las paces con Dovi, que lo celebró en un mar de lágrimas.