Reconozco que tengo debilidad por ciertos clubs extremeños que lo hacen tradicionalmente bien, y en especial por el Diocesano de fútbol. El equipo colegial, que acaba de conseguir el ascenso a la División de Honor de juveniles y cuya mayoría de formaciones han vuelto a barrer en Extremadura, se ha distinguido tradicionalmente por cuidar su cantera. Pero, fiel a su filosofía, ha incidido en la educación en valores, algo más importante que la propia competitividad y la lógica aspiración a ganar. Me ha llamado la atención la serie de indicaciones que, en su web, van dirigidas a los padres de sus deportistas. Reproduzco una de las sugerencias: "concéntrate en los esfuerzos y la actuación del niño/niña, más que en el resultado total del acontecimiento. Esto ayuda al niño/niña a establecer metas realistas respecto a su habilidad, reduciendo la importancia de ganar". No está de más. Ejemplos como éste engrandecen al deporte y a los clubs impulsores. De paso, educan al padre, figura necesitada, muchas veces, de una buena terapia.