El sábado por la tarde tuve la ocasión de disfrutar de varios acontecimientos deportivos, todos ellos de interés, al menos para mí. Obviando el último del día --el clásico del fútbol entre el Madrid y el Barcelona, en el que no voy a entrar porque supongo que ya habrá muchas lecturas más válidas que la mía--, me quedo con el partido de fútbol sala entre la AD Extremadura y el Delta Badajoz. Fue bonito comprobar cómo este deporte puede rebosar espectacularidad. Pero, insisto, solo a veces. Es cierto que el fútbol sala se ha estancado por los automatismos impuestos por las tácticas ultraconservadoras de los protagonistas, sobre todo entrenadores y federativos, capaces de romper el ritmo cambiando las reglas... siempre a peor. Y es que fue distinto: Extremadura y Badajoz se dedicaron a disfrutar. Aquello me trasladó, cual máquina del tiempo, a las ´pachangas´ con mis amigos, pero en bueno. Y es que el deporte competitivo debe serlo tal, pero al mismo tiempo tiene que tener un componente de espectacularidad. Si no, seguirá en recesión.