«Soy un cazador furtivo metido a guardabosques». Así resumía su trabajo, su vida, su pasión Charlie Whiting, Charlie para toda la F-1, especialmente para los pilotos, porque era el único hombre que les escuchaba, la única persona de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) y de la FOM (organizadores del Mundial) con la que podían hablar o discutir. El director técnico de la FIA y director de carrera de cada gran premio de los últimos 20 años, realizaba su trabajo habitual de un miércoles en la primera carrera del año, en Melbourne, cuando una embolia pulmonar le fulminó, quizá fruto de una enfermedad crónica que trataba con poco cuidado a sus 66 años. Muchas veces se olvidaba sus pastillas y las buscaba en la clínica de cada circuito.

Whiting se convirtió en «un furtivo» cuando ingresó como ingeniero en Brabham, con Bernie Ecclestone como patrón, el excepcional diseñador Gordon Murray como maestro, y su inseparable Herby Blash como compañero . A comienzos de los 80, desarrollaron toda clase de artilugios, soluciones y trampas en un reglamento bastante laxo. Cumplía su sueño. «Vivíamos en una modesta granja a una milla del circuito de Brands Hatch. Y con 12 años me escabullía por el bosque y bajo la cerca para mirar las carreras», recordaba Whiting en una entrevista. «Mi sueño era ser mecánico de la F-1».

Charlie se integró en aquel equipo Brabham, que ganó los campeonatos mundiales y que, fundamentalmente, revolucionó la F-1 con la incorporación de avances como la refrigeración de frenos, la telemetría o los repostajes. «Hacíamos lo posible y lo imposible para mejorar. Probamos incluso combustible para cohetes… Menos mal que no llegamos a ultilizar aquello. Hubiéramos volado por los aires. Recuerdo que una gota de aquel combustible viscoso cayó en el reloj de un mecánico, un Casio, y se lo desintegró».

Pasó al otro lado de la ley para convertirse en guardabosques. «En los últimos años de Brabham, Berni ya pensaba más en la F-1 como negocio que en el equipo, Y me dijo. ‘Tienes que ir a la FIA para vigilar el reglamento. Nadie como tú para detectar trampas’. Y así lo hice».

Pero Charlie no solo se ocupó de que los equipos no hicieran trampas. En su cabeza comenzó a gestarse un defensor de la seguridad de los pilotos. Con el médico Sid Watkins desempeñó un papel clave en el impulso de seguridad de la FIA que comenzó después de las tragedias de Imola, y que ha continuado desde entonces. Las pruebas de impacto, el habitáculo indeformable, el hans del cuello-casco, el halo (arco de seguridad), las viseras reforzadas y tantos avances que hoy se ven normales, se desarrollaron bajo su tutela.

Se había convertido en el guardabosques para defender la legalidad, y el hermano mayor, o el tutor de una veintena de pilotos a los que castigaba por acciones incorrectas en la pista, y a quienes escuchaba en cada briefing de los viernes sobre sus ideas para mejorar la seguridad. «Me llevo con la mayoría de ellos. Algunos se piensan que soy un idiota. Son muy jóvenes, y aunque no me siento viejo, probablemente me miren y me digan: ‘Tonto viejo, no sabe de qué está hablando’», comentaba el año pasado. No. Los pilotos no le veían así y lamentan su pérdida. Lewis Hamilton se mostró «muy impactado» por la desaparición de un «pilar» de la F-1. «Era nuestro hombre, un intermediario con la FIA. Le podías pedir lo que quisieras, su puerta siempre estaba abierta», recordó Sebastian Vettel.