La F-1 se disputa en la pista, en las fábricas y en los despachos. Y Ferrari ha encajado en Silverstone una derrota en las tres áreas, a expensas de que un milagro arregle el desastre de la calificación. El equipo no dio con los reglajes, hundió a Felipe Massa en la Q-2 y dejó a Fernando Alonso --"no hemos dado con el set-up adecuado", se lamentó el asturiano-- décimo en la parrilla, aunque saldrá noveno tras la sanción a Di Resta. Tampoco las cosas funcionan en Maranello. "Todas las piezas que traemos nuevas a las carreras vuelven a fábrica porque no funcionan", desveló el español, mientras el resto de rivales mejoran y mejoran. No solo Mercedes, Red Bull y Lotus; también equipos como Force India y Toro Rosso.

Y la tercera derrota llegó en los despachos. Y esa duele mucho. Tras la exhibición del asturiano en Montmeló, Pirelli cedió a las presiones de Red Bull y Mercedes para cambiar los compuestos inicialmente asignados para las siguientes carreras. Estaba previsto que en Silverstone se utilizara el medio y el blando, pero se varió para una combinación medio-duro, justo lo que pedía Red Bull.

No, Ferrari no se mueve bien en los despachos. Nada que ver con Red Bull y Mercedes, capaces de saltarse todo tipo de acuerdos y reglamentación para entrenarse en secreto durante dos días en Montmeló con sus dos pilotos titulares, más de 1.000 kilómetros, y recibir tan solo una reprimenda de la FIA como sanción. Desde entonces, Mercedes está más consistente y en el GP de Gran Bretaña ha copado la primera línea de Silverstone.