La celebérrima suspensión de Jordi Freixanet en 1992, los tiros libres para sellar la permanencia de Kenny Green un año después, el mate de Stanley Jackson tras robo de balón a Sasha Djordjevic para meterse en la final de la Copa del Rey de 1997, el triple de Luis Parejo de hace cuatro años para volver a LEB Oro y, probablemente, el ‘3+1’ de Cole Huff del pasado viernes. El baloncesto de Cáceres se ha alimentado de canastas míticas como la que consiguió el ala-pívot norteamericano ante el Covirán Granada, un triple más tiro adicional que, si la salvación se amarra este viernes en pista del Canoe, será recordado como el momento del año.

Huff fue el héroe cuando más se le necesitaba. Faltaban 32 segundos y, con 77-79 en el marcador, al Cáceres le empezaba a faltar el aire. Pero él anotó cuatro puntos de una tacada y todo cambió. Absolutamente todo.

Se mantiene aparentemente tranquilo, modesto. Tiene fama de buen compañero, como demuestra dándole gran parte del mérito a Andy Mazurczak. «Él hizo un buen trabajo. Se produjo un cambio defensivo y me quedé solo en la esquina. Me dio un buen pase. Apenas un minuto antes había pasado lo mismo y yo fallé, pero Andy me dijo: ‘te la voy a dar otra vez y la vas a meter’. Quería hacerlo porque era una victoria muy importante para nosotros», cuenta, especialmente contento porque en la grada estaban su madre y otro familiar. «Durante todo el partido sabía que iba a pasar algo así. Fue genial que me viesen», añade.

NO SALVADOS AÚN / Pero que nadie celebre aún la continuidad en la LEB Oro. Hay que ganar en Madrid y olvidarse de lo que pase en el Oviedo-Prat. «El del Canoe es el partido más importante porque es el último. Ellos jugarán duro y quizás estén chicos que querrán demostrar que son buenos. No tienen nada que perder e irán sin presión. Querrán terminar bien la temporada», advierte Huff. No conocía la historia del decisivo triple de Parejo al Guadalajara en 2015. «¿De veras? Mi tiro no se puede comparar con todo lo que ha hecho Luis por este club y por esta ciudad».

Ahora sonríe, y España es un país que adora desde que conoció a su novia en Barcelona el pasado verano, pero no ha sido fácil su periplo en Cáceres desde que llegó ya iniciada la temporada, en noviembre. En este tiempo ha tenido que volver dos veces a Estados Unidos: una para arreglar su permiso de trabajo y otra para asistir al funeral de su abuelo, «casi un padre» para él. «Agradezco mucho al entrenador y al club que me dejasen marcharme unos días. Si se lo he devuelto con la jugada ante el Granada, es completar el círculo», apunta.

Su ausencia de tres semanas por la burocracia le dañó especialmente. «Creíamos que iba a ser cuatro o cinco días, pero fue a más. En California hay que esperar para todo, ir a varios sitios… Fue estresante porque no quería perderme ningún partido. Pero falté y perdimos [ante Huesca]. Y cuando al fin volví, perdimos otro [en La Coruña] el día tras aterrizar. Fue de locos».

Entretanto, su papel ya había cambiado: de titular a suplente tras el fichaje de Dan Trist. «No me importaba no salir en el quinteto, pero hubo unos partidos en los que pasé de jugar 30 minutos a hacerlo 15. No sabía qué esperar. No estaba triste, estaba frustrado», recuerda. Luego ya supo leer su nuevo papel: «Cuando entro en el partido, lo hago en momentos diferentes y tengo que hacer cosas diferentes. Me llevó tiempo definir mi nuevo rol, pero después ya me sentí bien. Salgo del banquillo y estoy preparado. Sé lo que tengo que hacer para ayudar al equipo y lo hago».

Considera que la victoria ante el Araberri fue la más importante de todas las que se han logrado. «Llegamos a Vitoria y nos dijimos: o reaccionamos o se acabó la temporada. Fue extraño: sin nadie en la grada, en un partido horrible... A partir de entonces ya hemos jugado muy bien».

De España le llama la atención que «no haya violencia». «Todo es extremadamente bonito y no me ha costado mucho. No hablo español fluido, pero me entero de cosas. Además, la gente está pendiente del baloncesto y eso hace mi trabajo más fácil. Es estupendo venir todos los días a entrenar y que los aficionados vengan a los partidos», cuenta. Por lo que parece, en el vestuario ha forjado muy buenas relaciones. «La semana que viene los jugadores nos iremos de cena, cambiaremos los teléfonos y todo acabará, pero es una amistad que durará mucho tiempo», pronostica. No es de extrañar que quiera quedarse: « He empezado mi carrera en Europa y quiero construir alrededor de esto. No sé dónde voy a jugar, pero Cáceres es un buen sitio».