Tenía que ser un 19 de julio porque hay fechas mágicas en la encantadora historia del Tour. Porque un 19 de julio de 1991 Miguel Induráin puso el Tour patas arriba demarrando en el descenso del Tourmalet para llegar con Claudio Chiappucci a la meta de Val Louron y vestirse por primera vez de amarillo.

Y porque se recordará que un 19 de julio del 2009, 18 años después, un chaval de Pinto, vivo, con desparpajo, capaz de mantenerse de pie en la bicicleta, sin sentarse en el sillín, como no ha hecho ningún gran astro de este deporte, de nombre Alberto Contador, no solo ganó en Verbier (Suiza) la primera etapa alpina de esta edición del Tour y no solo se vistió con el maillot más prestigioso del mundo. Hizo algo más grande, algo que quedará por décadas que pasen, algo que solo podía hacer él, algo que jamás antes había pasado. Se recordará para siempre que el 19 de julio del 2009 Contador se convirtió en el primer ciclista que fulminó a Armstrong.

INMUNE A LA PRESION Uno ganó y otro perdió. Y sería injusto decir que ambos no lo hicieron a lo grande. Porque si Contador puso ayer la primera piedra para ganar el Tour 2009, Armstrong, discutible como compañero de equipo, pero no como rival, que de hecho lo era, resistió hasta morir matando. Cayó en combate, con gran dolor, porque se había convencido de nuevo de que era un ser superior sobre la bicicleta, como lo había sido durante siete años consecutivos.

Y porque creía que ganaría de nuevo casi en el límite de los 40. Y porque había sometido a Contador a una presión exagerada, seguramente porque como el viejo campeón que es --segundo

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