El monte de Urkiola pasa por ser el gran templo del cicloturismo vasco. Era imposible que la Vuelta penetrase en el corazón de Euskadi y no ascendiera por una montaña en la que han crecido y se han hecho ciclistas algunos de los corredores locales que han sido historia estos últimos años: Marino Lejarreta, Julián Gorospe e Iban Mayo, por citar un trío; o Igor Astarloa, que fue campeón del mundo. Al coronar la cumbre, al superar la última cadena humana, apenas un pasillo por el que difícilmente cabían dos bicicletas en paralelo, Juanjo Cobo comenzó a sentirse ganador de la edición 2011 de la Vuelta a España.

Quedan solo unos pocos kilómetros entre el circuito del Jarama y el paseo de la Castellana y el peligro de unas bonificaciones que podrían tumbar el sueño del Bisonte de la Pesa . Solo 13 segundos lo separan del británico Chris Froome. Con esta pequeña renta, el cántabro no puede tomarse la última etapa, la tradicional llegada a Madrid, como un paseo. Brindar con cava sería una provocación. Por eso, sabe que el vino espumante lo deberá descorchar ante la Cibeles, en el podio, convertido en un trono para reinar definitivamente al frente de la general.

LA ANECDOTA Pero hoy, en un hotel de Tres Cantos, población cercana a la capital de España, Cobo habrá podido despertarse con cierta tranquilidad. Sobre todo si recuerda la anécdota que se produjo ayer a 15 kilómetros de la llegada de Vitoria. No se sabe qué orden recibió Froome, o qué confusión sufrió el director del Sky. Lo cierto es que al segundo clasificado de la general le dijeron desde el coche que la pancarta que indicaba que solo quedaban 15 kilómetros para la llegada era la del esprint especial, donde se premia con segundos de bonificación a los tres primeros corredores que crucen la línea trazada en el asfalto. Como si fuera un corredor juvenil, un cicloturista despistado, Froome esprintó para nada, en un mar de confusión. Pero Cobo se pegó a su rueda como si fuera un lapa. Por si acaso. Por si al británico, nacido en Kenia y que va para figura del Tour, se le ocurría aprovechar el salto para amargar los últimos kilómetros del Bisonte por el País Vasco.

Fue el último susto, el último contratiempo, el instante en el que Carlos Sastre, capitán de ruta del Geox, enseñó los galones, salió al auxilio de Cobo y se fugó para que Froome se olvidase de las bonificaciones. Había pasado el peligro. Cobo podía respirar tranquilo y ver desde la retaguardia el esprint de Vitoria, que ganó el italiano Daniele Bennati.