Para entender el fenómeno de Katie Ledecky, todavía una teenager de 19 años y 1,80 de estatura, llamada a convertirse en una de las estrellas de Río, hay que remitirse a sus compañeros del equipo estadounidense de natación, a quienes la ven en el trabajo diario, devorando metros y metros en la piscina, y conocen sus rutinas.

Ryan Lochte, once veces medallista olímpico, aseguró que Ledecky nada como un hombre. El deportista más grande de la historia de los Juegos, Michael Phelps, poseedor de 23 medallas olímpicas, dice que en cierta forma Ledecky le recuerda mucho a él cuando empezaba, que tiene algo muy especial. Tanta atención y halagos por parte de estrellas consagradas no es gratuita y aunque Ledecky no es precisamente una desconocida, con once títulos mundiales y once récords mundiales repartidos entre el 400, el 800 o el 1500 libre, lo que el mundo espera que en Río dé un salto a la estratosfera.

Su triunfo en los 400 libre, que acompañó con un asombroso récord del mundo (3.56.46 minutos), fue el primer paso de lo que se espera de esta joven nacida en Washington DC, que medita estudiar Ciencias Políticas en Stanford. Pasó como una trituradora, abriendo más de cinco segundos de diferencia sobre la segunda clasificada, la británica Jazzmin Carlin (4.01.23). "3.56 era el crono que me marqué tras el Mundial de Barcelona (2013), así que se siento muy bien, feliz por haberlo alcanzado. Ya estuve a punto de hacerlo en las series y durante la carrera me he sentido muy bien", explicó.

El listón está muy alto para Ledecky en la competición, que llega a Río aún como la más joven integrante del equipo estadounidense y al tiempo como la más veterana. Es la máxima favorita para las prueba de 200, 400 y 800 estilos (en los Juegos no hay 1.500 femenino, en la que también es campeona mundial), un triplete único que nadie ha conseguido repetir desde que la estadounidense Debbie Meyer lo hiciera en los Juegos de México de 1968.

Desde que asombró al mundo con su triunfo con tan solo 15 años en la final de los 800 metros en Londres, la misma que llevó a Mireia Belmonte a la plata, ha recorrido el camino a una velocidad de vértigo para convertirse en la primera estrella del escenario, entre ellas las cuatro medallas de oro en Barcelona-2013 y los cinco del pasado verano en Kazán.

La pregunta que se hacen todos es qué hace tan especial a la hija de un abogado millonario de Harvard, que no es especialmente atlética. "Es su capacidad mental lo que marca diferencia --afirma su entrenador, Mike Gemmell-- lo hace todo con una sonrisa, con entusiasmo, todos los días".