CACERES 2016: Rod Brown (9), Mantas Ruikis (11), Dan Cage (0), Lucio Angulo (8), Adrian Moss (8) --cinco inicial-- Chus Poves (7), Tomás Bellas (2), Juan Sanguino (8), Diego Guaita (12).

LUCENTUM ALICANTE: Berni Hernández (0), Carlos Cazorla (9), José Miguel Urtasun (16), Martynas Andriuskevicius (17), Taylor Coppenrath (21) --cinco inicial-- Guillermo Rejón (2), Pedro Lompart (7), Kyle Hill (2), Axel Weigand (3), Alfonso Sánchez (0).

MARCADOR POR CUARTOS: 22-21, 42-39 (descanso), 53-62 y 65-84 (final).

INCIDENCIAS: Notable ambiente.

La lógica suele ganar. Matices aparte, por Cáceres pasó un posible club ACB en los próximos meses. Los extremeños miraron de frente a su rival a lo largo de 20 minutos, superándole incluso, pero terminaron cayendo con estrépito (65-84) por una doble vía: sus propias limitaciones y la coyuntura arbitral, inopinadamente desfavorable para el grupo de Manuel Piti Hurtado.

Tuvo el Cáceres 2016 enormes virtudes en los dos primeros cuartos. Tal y como había anunciado su propio técnico, el partido mantuvo un ritmo altísimo y se volvió loco, muy favorable a sus intereses. No fue un correcalles, pero sí un continuo movimiento de piezas que desembocó en un duelo abierto.

El irascible Oscar Quintana peina canas tras un largo aprendizaje por las canchas ACB-LEB. Su carrera se inició en Fuenlabrada de la mano de un extremeño al que admira, Martín Fariñas, que imbuyó al ahora técnico alicantino de un carácter fuerte. Quintana sufrió ayer en los primeros dos cuartos, en los que fue superado. Después, pudo respirar, eso sí, remando a favor de corriente y tirando de un manual básico: fortaleza en la zona y cabeza y puntería fuera de ella.

El ritmo, en efecto, era cacereño, con un Brown estupendo y Moss tirando del carro en la faceta reboteadora. Nada parecía pesar en el debe las dos personales iniciales del estadounidense. Sin Wayne Simien, el Cáceres sigue muy justito, pese a que Diego Guaita hizo un buen trabajo, que Lucio Angulo volvió a aportar dentro y que Juan Sanguino, superada su lesión, dio sobradas muestras de que su papel puede ser más participativo.

Con Ruikis y Poves bien y Cage de nuevo nefasto, el Cáceres soñó con superar al líder con ventajas de hasta seis puntos (20-14, minuto 7). El Lucentum, dueño del rebote ofensivo con dos torres tremendas, Coppenrath y Andriuskevicius, hizo la goma constantemente hasta que llegó el punto de inflexión: con 33-27 para los locales, Moss captura un rebote bajo su canasta y hace el típico gesto de hacerse fuerte en la zona. Personal discutibilísima. Restaban 3:25 para el final del segundo cuarto. Ahí cambió todo negativamente.

EL CAMBIO El Cáceres resistió hasta el descanso (42-39), pero el inicio del tercer cuarto cambió la perspectiva. El Lucentum acertó de fuera, con Urtasun de estilete, y se puso 42-49 a los dos minutos, ayudado, de nuevo, por la pareja arbitral, que omitió lo que fue casi un puntapié de un jugador levantino que costó, además, dos puntos frustrantes.

El partido ya no fue partido desde entonces. Desconsolado el Cáceres, su oponente se dedicó a aumentar su renta, porque entre otras cosas tiene más equipo. El parcial de 11-23 lo dice todo.

En el último cuarto, pese a las ganas del grupo de Hurtado, el partido tenía ya un dueño claro. Jugó entonces la afición local, desesperada con los árbitros y comprensiva con sus jugadores, que sin embargo fueron un juguete en manos del oponente. El Lucentum se dio un baño de autoestima tras dos derrotas consecutivas y un amago --solamente amago-- de crisis, resuelta ayer con suficiencia, aunque queda la duda de si en otras circunstancias lo hubiera logrado.

Marcado por la impotencia de los locales, el duelo quedó en mera anécdota y lógica, siempre lógica, fiesta visitante.