Si faltaba tan sólo una victoria para que la conectividad entre Manuel y la grada del Francisco de la Hera volviera a recordar las vibraciones de hace dos décadas, bastó con la tarde de ayer. Esa ‘mano gigante’ con la que Manuel bautizó allá por los 90 a la afición del Extremadura, «capaz de estar sujetándonos siempre en los buenos y malos momentos», volvió a entregarse ayer a su equipo, prendida del aroma noventero que Manuel le dio ayer al partido estando, simplemente, junto a la chapa de su querido Francisco de la Hera.

Almendralejo vivió ayer una nueva tarde de emociones. El esperado reencuentro de Manuel Mosquera con su gente no pudo tener mejor comienzo. «Claro que ha sido muy especial para mí. No es que sea jugador, pero me he podido sentir que transmitía». Y es que el gallego no se sentó ni un segundo en la butaca. Siempre de pie. Siempre en permanente comunicación con los suyos. Casi a punto de saltar y corretear por la banda. Empujando a su equipo a salir de atrás en la segunda parte y removiendo a la ‘mano gigante’ cuando desesperaba ante la impotencia de los suyos. Manuel, está claro, no va a jugar, pero lo más probable es que su efecto, forma de ser y formar de vivir los partidos meta a más de uno en el encuentro cada domingo.

11.400 espectadores en el Francisco de la Hera. A unas 180 butacas del lleno total. Ya van unas cuantas seguidas en Almendralejo. Ayer apoyó la numerosa grada del Córdoba, con algo más de medio millar de cordobesistas que acabaron desilusionados con su equipo e impidiéndoles acercarse a su graderío para saludarles. No quisieron. Pese al enfado, deportividad máxima con la afición azulgrana. No sabemos qué narices pasaría en los despachos, pero fuera de ellos, las aficiones de Extremadura y Córdoba tuvieron un comportamiento ejemplar. De superior categoría. En Almendralejo y durante la primera vuelta en el Nuevo Arcángel. Chapeau.

Volviendo a Manuel, máxima felicidad en el rostro del gallego cuando entraba en sala de prensa: «mis jugadores han hecho un gran partido y se han quitado un peso de encima. El plan de partido ha salido tal y como lo habíamos previsto y hemos realizado un gran trabajo y esfuerzo. Era el partido soñado y estoy contento por la victoria”.

Volviendo al campo, recital de José Antonio Reyes. Sus primeros veinticinco minutos de partido fueron una delicia. Su capacidad para tomar la responsabilidad de las jugadas, zafarse de los rivales, filtrar balones y saber cómo acelerar y desacelerar el partido resultó abrumadora. Aunque se ve a leguas que aún no está al cien por cien, su sóla presencia minimiza a los rivales. A Bodiger lo sacó del partido con dos capotazos. Dos fogonazos, dos tarjetas y uno menos para el Córdoba. Acabó sustituido y ovacionado.

En su lugar entró Kike Márquez, que se reivindicó en apenas diez minutos en juego. Falló un gol cantado, pero marcó otro fabuloso con un derechazo al palo largo inapelable. Se sentó haciendo el gesto de una silla de ruedas. Era para su amigo, el almendralejense Paco Ruiz, que tuvo un grave susto de salud el pasado viernes.

El susto

El gran susto lo protagonizó un hombre de 77 años que sufrió una parada cardio respiratoria apenas diez minutos antes de empezar el partido. En plena grada de tribuna lateral, efectivos de Cruz Roja y los dos médicos del Extremadura tuvieron que practicarle maniobras de reanimación que pudieron ser claves para salvarle la vida.

El hombre fue trasladado de gravedad al Hospital Tierra de Barros. Poco después, el club informaba de que había salvado la vida y estaba estabilizado en el hospital.