La llamada de Manuel a la afición azulgrana es legítima. El gallego mantiene un eterno idilio con la grada desde el momento en el que pisó por vez primera el césped del Francisco de la Hera. Y se fue, y volvió exactamente igual de idolatrado. Por eso no es lo mismo que quien pida el respaldo sea quien usa un doble discurso, uno para las vacas gordas y otro para las flacas, a que lo haga él. Curtido en mil batallas, actor principal en los guiones almendralejenses más lustrosos de la historia reciente, tiene plena confianza en el porvenir. Falta hace ese optimismo que habitualmente se pone por montera. El domingo hay mucho en juego.

*Periodista