Vió al Gran Duque y supo que se había acabado su maleficio. Ese enorme búho, dicen que el más grande que puede avistarse en España, es muy difícil de ver, mucho, y, por tanto, si consigues verlo puede que te cambie la suerte. Marc Márquez se entrenaba, y duro, con su mountain bike y, de pronto, avistó uno de esos preciosos búhos. Llegó a casa y lo contó. Y aunque el buen rollo jamás ha desaparecido de esa familia (es imposible) ni de ese equipo, lo cierto es que en el ambiente del box nº 22 de Le Mans empezó a flotar la posibilidad de desterrar tanto maleficio (recuerden: caída en Qatar, derribo por parte de Jules Cluzel en Jérez y empujón a Scott Redding en Estoril). Hasta alguien detectó alguna que otra pluma preciosa flotando.

El hombre que había visto al Gran Duque rondó la pole en el último minuto del sábado; logró el mejor crono ayer, a primera hora de la mañana, en el warm-up , y, "pese a repetir la misma mala salida de siempre, sabía que podía llegar hasta la cabeza". Y lo hizo con vuelta rápida, claro. El chico que, finalmente, descorcharía su primera botella de cava en un podio (el año pasado no tenía edad para espumoso) y se convertiría en el español más joven en ganar en la categoría intermedia, superando a Dani Pedrosa, era noveno en el primer paso por meta. De ahí al final fue como un cohete.