Resultado al margen, el Extremadura vivió un partido para la historia. O mejor dicho, una jornada para no olvidar por lo atípica de las circunstancias. Para empezar, un viaje relámpago de ida y vuelta a Elche en el mismo día. Ida, partido y vuelta. Todo en apenas 16 horas y 1.400 kilómetros por avión.

La plantilla fue citada en la ciudad deportiva de Almendralejo donde tuvo que ataviarse con guantes y mascarillas para todo el camino. La expedición, de apenas 35 personas, tuvo que ir en dos autobuses por exigencias del protocolo de LaLiga, que no permite que viajen más de 25 integrantes en sus desplazamientos. Viajar con dos autobuses a los aeropuertos será ya denominador común para los azulgranas.

Y sí, a los aeropuertos, porque todos los desplazamientos se harán por avión. El aeropuerto de Talavera, vacío y con un silencio sepulcral, esperaba al Extremadura entre grandes medidas de seguridad y numerosos agentes de Policía Nacional y Guardia Civil. Distancia social en todo momento de los jugadores para el embarque y para sentarse en el avión, dónde solo eran ocupados un asiento cada seis.

A su llegada a Alicante, dos autobuses privados más y viaje escoltado por la policía al hotel NH Alicante. Confinados hasta la hora del partido.

El hotel había reservado dos plantas exclusivas para el Extremadura y un ascensor. Nadie más podía entrar allí. Las comidas, en bolsas de picnic. Y una habitación por cada integrante de la expedición.

Máximo control en la vuelta al fútbol para losa azulgranas. La seguridad, lo primero. RODRIGO MORÁN