Se acabaron los esprints en el Tour. Aleluya. Hoy ya se contacta con la montaña. Los Vosgos, bellos y mágicos, cautivarán a los corredores y les obligarán a emplear por primera vez el plato pequeño. Se acabaron unas llegadas masivas que han sido demasiado exigentes para Isaac Gálvez. Ayer, el velocista catalán se estampó de bruces, a sólo 200 metros de la meta alemana de Karlsruhe, donde repitió triunfo Robbie McEwen.

Ya se cayó Gálvez el domingo, en la primera etapa en línea. Luego le pilló un corte y, ayer, cuando fue ciertamente listo y se supo colocar a rueda de los gregarios de Tom Boonen, le apareció por delante la figura del australiano Allan Davis, ciclista del Liberty Seguros, que se le cruzó inesperadamente. La acción irregular, captada por los jueces, le costó ser descalificado hasta la última plaza del pelotón.

POR EL SUELO Las ruedas se tocaron y se escuchó el ruido que recuerda el afilado de un cuchillo. Y Gálvez, por los suelos. La bicicleta, destrozada. La rueda ligera de 1.000 euros echa añicos. A la basura. El cuadro de 3.000 euros, para tirar. Es lo que ocurre cuando se circula a más de 60 por hora y se impacta contra el asfalto. El corredor de Vilanova i la Geltrú cruzó la meta a pie.

Gálvez se ganó la entrevista de Richard Virenque, que siempre busca un personaje para la versión francesa de Eurosport. Y también unos cuantos cardenales, en las piernas y en la cara. "Me han dado un bandazo y por eso me he caído". Hablaba Gálvez mientras el malhumor se instalaba ayer alrededor del autocar balear.

García Acosta es un superviviente de la etapa de Induráin. No venía al Tour desde el 2000. Parece poco probable que hoy salga. "3Arri no puede ni doblar la rodilla", explicaba su masajista, Vicente Iza. De hecho, ni podía andar. "Del trompazo que se dio el miércoles en la cadera tiene que sentarse de lado en el sillín. Se pasa media etapa de pie sobre la bici", decía su director Josean Matxin, del Saunier Duval. Y así resiste. Por algo son los esforzados de la ruta.