China y Asia ya tienen su primer campeón de Grand Slam . Na Li se impuso en dos sets (6-4, 7-6) a la italiana Francesca Schiavone, quien entregaba las armas sin anotarse un solo punto en el último tie break . A excepción de un tramo mediado el segundo set, el viento sopló a favor de la tenista china. "Estaba nerviosa, pero no quería que lo notara mi rival. Estaba temblando", se justificó ante la marea de banderas rojas que cubría la grada.

En un hora y 48 minutos, Li sentenció su victoria y cayó de espaldas sobre la pista. Había ganado el quinto título de su carrera, el primero en tierra. "Hoy fue muy duro para mi", reconoció la derrotada, Schiavone, quien el pasado año se convirtió también en la primera italiana en ganar un grande.

La victoria en Roland Garros coloca a Li en el olimpo chino junto al baloncestista Yao Ming y el vallista Liu Xiang. La corona francesa no es casual, sino el colofón a la carrera de una pionera. Li fue la primera china en ganar un torneo WTA, en llegar al top ten y jugar una final de Grand Slam (Australia). Mañana será cuarta del mundo, igualando el mejor ranking de una jugadora asiática (Kimiko Date, 1995)

"Siempre tiene que haber alguien que empuje y Li lo es", sostiene Sun Jinfang, presidente de la Asociación China de Tenis. Sobre Li recae la responsabilidad de popularizar su deporte en China, muy alejado del bádminton o el pimpón. Solo cuenta con 12 millones de practicantes habituales, una nimiedad en un país de 1.300 millones de habitantes. La Copa Masters disputada en Shanghái durante cinco años y otros intentos han chocado contra la ausencia de un Manolo Santana que lo democratice y lime ese barniz pequeñoburgués que conserva.

Na Li es una bendición para la WTA, que recientemente ha abierto una web en mandarín e inaugurado una oficina corporativa en Pekín.

Imagen inmaculada

No ha sido fácil eludir el rostro de Li en los quioscos ni en la televisión pública esta semana. La red se ha llenado de mensajes de apoyo. "¡Vamos, Na Li! Eres el orgullo de China y todos estamos detrás de ti", escribía un internauta en el portal Weibo. También la política se ha volcado. "Su éxito es el fruto de muchos años de trabajo duro y demuestra el rápido desarrollo del tenis chino", había señalado antes de la final Kong Quan, embajador en Francia.

La imagen de Li, nacida en Wuhan hace 28 años, es inmaculada en China. Compensa con tesón su falta de virtuosismo. No es común que un deportista chino luzca orgullosamente un tatuaje como la rosa dentro de un corazón que Li lleva en el pecho. Ni los dos piercings en la parte superior de la oreja. A diferencia de otros deportistas nacionales reconcentrados y distantes, Li sonríe, es desenfadada y exhibe su confianza. Muchos ven en ella el epítome de la nueva y pujante China. En las ruedas de prensa muestra un inglés más que digno y bromea a menudo. Tras la derrota en Australia, señaló a su marido en la grada prometiéndole que no le abandonaría aunque fuese "gordo, delgado o feo". Su marido, que la entrenó durante buena parte de su carrera, se echó al lado unos meses atrás. Desde entonces la prepara el danés Michael Mortensen con resultados excelentes. "Le quiero, pero 24 horas juntos eran demasiadas", explicó Li, que ayer impuso sobre la tierra de la Philpippe Chatrier un dominio insultante.