Por octava vez Rafael Nadal volvió a morder feliz y orgulloso ese trofeo que sobre la tapa lleva la figura de un tenista de los años 20, vestido con pantalón largo. Alguien de la organización debería plantearse si esa pequeña figura de plata debería ser sustituida por la imagen de ese tenista, con una cinta en el pelo, que ayer, a los 26 años, hizo historia en la central del Real Club de Tenis de Barcelona al vencer en la final a Nicolás Almagro por 6-4 y 6-3. Ocho títulos y 39 partidos ganados de forma consecutiva desde su única derrota, en la edición del 2003 contra Alex Corretja.

Un palmarés estratosférico que asusta a cualquier rival cada vez que Nadal entra en esa pista talismán de la Copa Davis en otras épocas y ahora del campeón mallorquín. "Un monstruo que está por encima de todos", como reconocía con admiración el propio Almagro tras la derrota.

"TIEMPO JODIDO" Y eso que la final no comenzó demasiado bien para Nadal, en otra jornada que no acompañaba a jugar al tenis. Un día día gris, frío, apenas 10 grados de temperatura, con una pertinaz llovizna que hizo temer por la suspensión durante la primera media hora de la final y que, si no se paró, fue porque los jugadores hicieron un esfuerzo para seguir. "Un tiempo jodido", decía Almagro pidiendo perdón por su expresión en la entrega de premios.

Unas condiciones que transformaron el escenario de la batalla. Pista lenta, bolas pesadas. Todo lo contrario de como les gusta jugar tanto a Nadal como a Almagro. Ellos quieren una bola viva, que bote alto, que coja velocidad y efectos. El día no estaba para florituras. "Las condiciones eran las que eran y estaba claro que iba a ganar el que mejor se adaptase a ellas", decía Nadal.

Almagro empezó fuerte aprovechando que la pista aún no estaba empapada por la lluvia. En un cuarto de hora se había colocado 3-0 con dos roturas de saque ante un Nadal que solo había podido ganar tres puntos. El heptacampeón aguantaba como podía el chaparrón, desbordado por un Almagro contundente con su saque, incisivo con la derecha, preciso en el revés y efectivo en el resto. Y, en ese momento contra las cuerdas, Nadal se revolvió para darle la vuelta a la situación. "Las condiciones eran para parar, no se podía jugar al tenis, pero poco a poco me he ido adaptando. Ha sido vital romper el saque de Nico. Un 4-0 habría sido fatal", valoró Nadal, que repitió en el sexto, para igualar el partido 3-3, y después salvó el último acoso de Almagro en el noveno juego, el más largo de la final, al levantar tres break points que habrían dejado al tenista murciano con ventaja de 5-4 y saque en su poder. Pero Nadal acabó ganando ese juego y después el set con otra rotura.

Salvada esa situación, Almagro supo que se había escapado la oportunidad de sorprender a Nadal, que ya no cedió.