El centrocampista Juan Antonio ‘Juanan’ Sancho (Calamonte, 1992) es un currante nato. Trabajar para triunfar. No hay vacaciones para el flamante jugador del Calamonte, que lo mismo te roba un balón que te hace una fotocopia en el Instituto de Enseñanza Secundaria Enrique Díez Canedo, de Puebla de la Calzada, donde trabaja de ordenanza.

«He vuelto porque creo que es el año. No voy a hablar de liguilla, porque hay equipos con mayor presupuesto, pero creo que es el año de divertirnos. Leí la historia de un hombre que solo quería ser recordado, no quería ni estatuas ni canciones, y eso quiere el Calamonte, que todo el fútbol extremeño nos recuerde este año por nuestra filosofía de juego», explica Sancho su retorno al club rabúo.

Y para que se cumpla ese objetivo, la figura del ‘ordenanza’ blanco se antoja fundamental. Criterio para jugar la pelota, orden táctico y generosidad en el trabajo para el colectivo: su carta de presentación. Sancho, en el centro del campo, apunta a titular en el esquema de Alberto Ortiz. El hombre que cambió su rol. Las vueltas que da la vida.

«Curiosamente, juego de centrocampista por mi actual entrenador. En el Mérida jugaba de central hasta los juveniles, donde Alberto Ortiz me cambió de posición. Él me enseñó un par de movimientos, le gustó cómo rendí en esa posición y desde entonces juego ahí, aunque también puedo jugar de central», rememora.

Formado en la cantera del Mérida, Sancho se fogueó en Tercera con el San José, disfrutó del Calamonte en la temporada del regreso a Tercera y tocó el cielo en el Azuaga. «Me quedo con todas las etapas, todas tienen sus cosas buenas y malas. Los momentos más especiales de mí carrera han sido el play off de Eibar, jugar ante el Sevilla o ir con la selección Extremeña. Esos ratitos pagan todos los malos momentos que da el fútbol», confiesa.

La mente del cerebro

Los centrocampistas son especiales. Sencillos, como el café que toma Sancho mientras conversa sobre fútbol, pero especiales. Y poco valorados. «Llevo muchos años corriendo, en teoría, para los que son los buenos del equipo. No creo que la posición de pivote esté infravalorada, creo que no la valoran los que no saben de fútbol», asevera. Defiende su terreno.

«Un pivote defensivo, en la categoría de Tercera, debe tener mucho recorrido. Esa es una característica imprescindible, si luego tiene buena salida de balón mucho mejor. En la posición de cuatro en Tercera, quizá no haga falta tanta calidad como físico», analiza.

No le importa compartir el ancho, aunque también se siente cómodo en solitario. «Depende mucho del sistema, he jugado como único pivote y también acompañado. Creo que hay partidos, y más en esta categoría, que te exigen jugar con más gente por delante de la línea defensiva. El esquema depende mucho de los jugadores que tengas en el equipo», cuenta.

Vocación de técnico

Tiene alma de entrenador. “De todos los técnicos que he tenido me llevo algo. No me gusta quedarme con ninguno. No querría que mis jugadores dijesen que yo he sido el mejor técnico que han tenido, porque no sería capaz de enseñar el 100% de lo que será ese jugador ya que todos los técnicos, desde que se empieza a dar patadas a un balón, te van aportando algo», solventa con clase.

No evita el choque. Ni en el verde ni en la entrevista. «Mira, cuando tú tienes un trabajo tienes unas tareas que hacer y da igual el jefe que tengas. En el fútbol, igual. Hay un período de adaptación a una nueva idea, pero en el caso del cambio de Cobos a Ito no se notó en mi posición, eran filosofías similares», explica en referencia a la pasada campaña en Azuaga.

«Siempre vemos que el entrenador es el primero que cae, pero creo que el técnico te va a decir que hagas una cosa, pero él está en un banquillo. El futbolista es quien decide qué hacer. La responsabilidad de que vaya bien o mal un equipo corresponde en un 85% al futbolista, el resto es del entrenador», confiesa.

Juanan Sancho es feliz y lo contagia. Un factor que influye también en lo deportivo. «Creo que si el jugador es feliz en su vida privada rinde mejor en el terreno de juego. Luego hay excepciones, porque hay personas con más carácter, que tienen la cabeza mejor amueblada y eso hace que no se note tanto, pero claro que influye ser feliz para jugar mejor», confiesa.

Los recuerdos

Es feliz también fuera del verde. Tiene un puesto de trabajo, que es oro puro en estos momentos, y defiende la zamarra del club de su pueblo. Vuelve a su juventud en los recreos. «Suelo ver a los chavales jugando al fútbol o al baloncesto en el recreo. En mi época solo se jugaba al fútbol, eso ha cambiado y me gusta», vuelve a su pasado.

Lo que no es un recreo son los entrenamientos del Calamonte. «Ortiz es muy exigente. No estamos trabajando todavía muchos aspectos tácticos, estamos más centrados en la parcela física, pero tiene tres conceptos innegociables. Profesionalidad, competitividad y un sello propio que creo que nos hará conseguir grandes cosas», concluye este ‘ordenanza’ blanco.