Esta semana tenemos todos los amantes del deporte regional una cita muy especial. Será en el Museo del Deporte Extremeño, en Badajoz, en concreto mañana. Con mucho mimo se está preparando un homenaje a un grande: el atleta José María Pámpano.

El alburquerqueño se retira de la élite, en la que ha estado permanentemente instalado durante los últimos 25 años. Pámpano es, desde luego, el deportista extremeño más laureado, con varias palimpiadas a las espaldas. Solamente tiene paragón, en cuanto a éxitos deportivos, el nadador Enrique Floriano.

Se merece todo lo bueno que se le haga. La última vez que le vi fue en la presentación del Gran Premio Cáceres de Campo a Través, en el que fue imagen. Ya he escrito por aquí alguna vez más que Pámpano es alguien tan especial que, si no existiera, habría que inventarlo. Su sonrisa, su amabilidad, su saber estar, son los de un tipo extraordinario, mejor que como deportista. Y eso es mucho, por supuesto.

En ello tiene mucho que ver quien ha estado ahí siempre, el técnico Agustín Rubio. Su emoción en la última rueda de prensa que protagonizó, en la que vino a desvelar que su pupilo estaba ya cerca de la retirada, habla estupendamente de él, de su humanidad y de su constancia. Los resultados están ahí.

Pámpano, que en su día pudo ser futbolista, ha defendido a Extremadura en innumerables citas internacionales, y además lo ha hecho con extraordinario orgullo. Cuentan de él que alegra cada concentración y anticipan también que el mundillo del atletismo le va a echar mucho de menos. Yo, por mi parte, me voy a quitar el sombrero por este fantástico tío, que seguro va a seguir ligado al deporte, Le fascina fútbol, como digo. ¿Jugará en la selección extremeña de paralíticos cerebrales de fútbol 7, que busca jugadores? No estaría mal, no.