Hasta hace no mucho se le veía pasear, plácido, por las calles de Cáceres. Iba del brazo de su mujer. Ya no podrá ser, pero el protagonista quedará para siempre como alguien especial, muy especial. Pepe Ávila (Madroñera, 11 de septiembre de 1930) falleció hace justo una semana henchido de humildad, como será recordado desde la perspectiva de alguien relacionado con el deporte, al que siempre sirvió y del que nunca se sirvió. Pero también desde el prisma personal, faceta en la que era único.

«A Pepe le distinguió la humilidad y, por supuesto, el altruismo. Aconsejaba a todos los chavales sobre el fútbol base y el deporte, pero también sobre la vida. Era como un padre», refleja Paco Mangut, con quien tanto compartió. Entre otras cosas, ambos colaboraron en la creación y el desarrollo de la Peña Manolo Sánchez, impulsada por el periodista deportivo para ensalzar la figura del exinternacional.

Con tan solamente 12 años empezó a trabajar en Mirat, y lo hizo hasta su jubilación, una muestra más de otra de sus características: su fidelidad. Ahí reparó ruedas, cobró la venta de vehículos y acabó como inspector de la empresa de autobuses.

Y todo ello estaba entroncado por su amor al deporte. «Cuando hacía la línea Cáceres-Cilleros, salía a las seis y cuando llegaba a Cáceres a las 9.00, cogía su vespa y se iba a la Ciudad Deportiva para entrenar con el CP Cacereño, otros días hacía frontón, natación, etcétera», cuenta su familia. En Cilleros era delegado de la OJE, capitaneando actividades de acampada, senderismo, carabina, tirolina «y entrenaba equipos de fútbol, así como carreras de bicicletas», se subraya. El atletismo se mezclaba también en su vida con el tiro con arco, el motocross... y corrió un kilómetro con la antorcha olímpica de México 1968 cuando pasaba por Miajadas. Muy conocido y querido, recibió el título de Mejor Deportista de Cáceres en 1973.

Todo ello, en aquel Cáceres por el que tanto hizo también ‘ejerció’ de San Jorge «cuando saltaban las espadas de maderas por los aires» se afirma.

Pero en su faceta estrictamente futbolística se granjeó muchas amistades y simpatías en los años en los que llevó equpos de infantiles y juveniles del Cacereño. Para los que disfrutamos de él fue un auténtico honor diario escuchar sus explicaciones, siempre desde la moderación y el positivismo más absoluto.

«Todo lo que somos te lo debemos a ti, fuiste un ejemplo de fortaleza, tesón y vitalidad. Un padre y un abuelo ejemplar. Hasta siempre, campeón», ha escrito la propia familia de Pepe Ávila.

«¿Sabes que se ha muerto Pepe Ávila? El miércoles, antes del Cacereño-Jerez de Tercera, me lo dijo Paco. Justo después, Fidel Amado, futbolista entonces, se dirigía a mí en los mismos términos. Di por hecho que a Pepe, por tanto que hizo por el Cacereño, se le homenajearía con un minuto de silencio. Supongo que nadie del club que lo conociera no se había enterado. Da igual: Pepe, el gentelman, no se hubiera enfadado. Ni muchísimo menos.