En el vestuario del Calamonte se toma mate, se come asado, se degustan los dulces de leche y se bailan tangos lentos. El nexo de unión entre Argentina y este pequeño municipio extremeño es Agustín Meloño (Buenos Aires, 1999). Un total de 9.760 kilómetros separan la capital del país del sol y el territorio rabúo.

«Tuvimos una muy mala campaña en Ecuador y estuve dos meses sin equipo. Estaba durmiendo la siesta con mi pareja y mi hijo, me llamaron y me ofrecieron venir a España. Acepté sin pensarlo mucho», resume Meloño su fichaje por el Calamonte. Tras pasar por Boca Juniors y Racing Club, ahora es el atacante del combinado blanco.

En 170 minutos disputados con el Calamonte, Meloño ha conquistado a la afición rabúa. Tiene entrega, pelea, lucha… Todo lo que el aficionado del conjunto de Ortiz exige a sus jugadores. Debutó ante el Extremadura ‘B’, fue titular en Azuaga y marcó el tanto de la victoria contra el Miajadas. No ha tenido mal arranque.

«No lo podía creer. Entré cuando el partido estaba muy cerrado, ellos defendían con mucha gente. Carrasco sacó una ‘faul’ de la nada, un centro al área, un error del central y me quedé solo delante del arquero. Yo solo pensaba: ‘no la errés, Agustín, no la errés’…y entró la bola, fue todo muy bonito», relata en una lengua que embelesa al oyente.

Por sus venas corre fútbol. «Vengo de una familia futbolera, mi padre fue profesional 20 años y llegó a jugar en el Murcia. Mi tío también jugó en Urugay. Desde ‘chiquito’ tuve ganas de jugar a fútbol y desde los dos añitos ando pateando la pelota. Me formé en el Boca Juniors y también estuve en Racing Club», detalla.

El sueño europeo

Jugar en Europa, un sueño cumplido. «Para un americano venir a Europa es un sueño. Yo soñaba con jugar en el viejo continente, en España o en Italia, que son los dos países que más me llamaban la atención. Ahora se da la oportunidad y quiero aprovecharla», reconoce Meloño. Y lo está haciendo. El hambre por triunfar se palpa en su mirada.

El fútbol europeo y el sudamericano son polos opuestos. «Allá es todo el tiempo patadas, muy físico… cada partido parece que tiene 150 minutos. Se insulta, se golpea, el árbitro te juega en contra. Acá es fútbol sano, se gana deportivamente y es lo más lindo», analiza Agustín. También ha probado el fútbol ecuatoriano y chileno. Es ya un trotamundos a los 20 años.

El fútbol como pasaporte a una mejor vida. «Mi hijo y mi pareja están en Argentina, me encantaría traerlos acá pero ahora está difícil para mantener a una familia», destapa. «En principio, el sueño más cercano es tener una buena temporada en Calamonte y si apuntamos más lejos, sueño con jugar en un equipo de Segunda B, triunfar en España y que me vaya bien», dice.

Vida y referentes

La vida en Calamonte es sumamente tranquila. En la localidad cercana a Mérida hay casi tres millones de personas menos que en su natal Buenos Aires. La paz del pueblo encandila a Meloño. «Es un pueblo lindo, aquí los niños juegan en la calle… En Buenos Aires hay mucha inseguridad. Culturalmente, España es otro mundo», señala.

El móvil, su mejor buzón para comunicarse con su continente natal. «Hablo con mi familia todos los días, ahora con el móvil es fácil. A mí me pasó lo contrario con mi papá, cuando él jugaba fuera yo no podía comunicarme así con él y lo extrañé mucho. Ahora hay que trabajar para estar todos juntos pronto y tener una buena vida», reconoce.

No obstante, sus referentes no son europeos. «Hernán Crespo o Paolo Guerrero, son muy distintos pero los admiro mucho. Ahora también me fijo mucho en Lautaro Martínez, con el que entrené en Racing y que es un animal. Se aprende mucho mirándolos y se intenta copiar algunas cosas, aunque seamos distintos», confiesa Meloño.

El próximo duelo enfrentará al combinado de Ortiz ante el Cacereño de Cobos. «Es un partido que puede ensuciarse en cualquier momento, el césped es graso como allá en Argentina…así que quizás pueda sentirme más cómodo de lo normal», dice este ‘pibe’ rabúo. Calamonte y Buenos Aires, unidas por el fútbol.