Dicen que las prisas son malas consejeras, en cualquier tiempo, también en los que estamos viviendo. En los inéditos, como estos que tanto daño están haciendo, más. El deporte no iba a ser menos. Noqueado por el virus, superado por los acontecimientos, me da la impresión de que se han querido arreglar problemas antes de lo que correspondería.

Estoy profundamente de acuerdo con Carlos Andújar, futbolista del Cacereño, cuando hoy mismo, en este diario, recuerda que cada día se suman en España 5000 contagiados y alrededor de 500 muertos (ayer afortunadamente se contabilizaron 410). Los datos, extremadamente dolorosos, se van sucediendo y, qué quieren que les diga, muchos no nos acostumbramos, guerra de cifras aparte, otro fango en el que nos estamos ahogando.

El deporte es ahora, claro, secundario, y sospecho que el Consejo Superior de Deportes va a acabar decretando el año nulo en fútbol y baloncesto. Todos hemos visto cómo los clubs se han postulado para resolver las competiciones de una forma u otra. La mayoría lo ha hecho con una pretendida resolución, qué casualidad, favorecedora de sus intereses. Cierto que hay mucho dinero en juego, pero esto ya es una selva, y lo que nos queda, me temo.

Leo una entrevista al cómico Raúl Cimas en El Español y se me abren los ojos sobre el actual escenario. «Me da la sensación de que estamos un poco enfermos de prisa y que ya queremos aprender a salir del desaguisado, justo cuando nos acaban de dar una hostia. Estamos en la lona y tenemos que pensar en cómo levantarnos en vez de sacar otras conclusiones». Y añado: si esas conclusiones son egoístas, pues el mensaje es aún más dañino.