Purito Rodríguez es pícaro. Alejandro Valverde ha adquirido ese grado de veteranía que se le echaba en falta. Vincenzo Nibali es la muestra, la evidencia de este nuevo y apasionante ciclismo donde no existen superhombres, donde todos son humanos, porque fallan, porque sufren y porque dejan las carreras abiertas hasta el último suspiro, posiblemente hasta el sábado en las cuestas del Angliru. Chris Horner es el corredor de 41 años que hace soñar a miles de veteranos que cogen a diario la bici. ¿Y Warren Barguil? Sencillamente un futuro ganador del Tour.

Porque lo que hizo ayer Barguil en las cuestas de Formigal que un día se entregaron al Tarangu Fuente fue muy grande, impresionante, piel de gallina y para cualquier francés una llama de esperanza, la llave del paraíso, que en ciclismo se llama París, y cuya puerta no abren desde que Bernard Hinault triunfó en los Campos Elíseos en 1985. No se veía a un joven de 21 años con tanto coraje, brillo, inteligencia, cabeza, piernas... desde que Alberto Contador irrumpió en la Semana Catalana.

Nibali ya subió con dificultad por los montes del Tour. Allí todos seguían con las piernas agarrotadas por el frío del sábado en Andorra. Porque ayer, en el primer ataque made in Purito, con esa potencia que solo el catalán sabe ejecutar, Nibali entró en verdaderas dificultades hasta el punto de que no pudo responder a la ofensiva lanzada por Purito y a la que se sumaron tanto Valverde como Horner. El líder flaquea, ¿pero cuánto?