José Joaquín Rojas se paseaba vestido de verde por la zona mixta que todos los días monta el Tour en la parte trasera del podio. Era menos requerido que el jersey amarillo, Thor Hushovd, o que el vencedor de la etapa, Mark Cavendish, a quien le sigue un auténtico séquito de periodistas británicos.

"Todavía no comprendo por qué me descalificaron el miércoles en el esprint intermedio". Este año solo hay una meta volante en cada etapa, que recompensa al vencedor con 20 puntos que disminuyen de forma paulatina hasta el puntito que suma el ciclista que cruza la línea intermedia en la posición 15.

Rojas, el velocista que no se acobarda, el desconocido internacionalmente que se ha propuesto pelear por esta prenda con Gilbert y sobre todo con Cavendish, no pasa el primero casi nunca, ni en el esprint intermedio, ni en la meta. Pero como si fuera una hormiguita que reúne su comida va sembrando de puntos el casillero de su clasificación particular.

Ayer, en otra llegada de locos, a más de 60 kilómetros por hora, Rojas, sin acobardarse, se fue abriendo camino, a pesar de quedarse encerrado. Es entonces cuando hay que moverse con habilidad, meter la rueda. ¿No se cabe? No importa. A veces, los esprínters se van al suelo. "Pero si en esos instantes piensas y te acobardas entonces no te queda otro remedio que frenar", explicaba ayer Rojas. Y así no se ganan etapas en ninguna parte. Rojas quiere llegar de verde a París. Está en el camino. Pero Cavendish es un peligro público.