A Rubén Tanco Vadillo (Badajoz, 3 de septiembre de 1989) se le ve natural, muy natural, desde el inicio. Este fin de semana será campeón de la Copa de España de ciclismo adaptado en Cheste (Valencia), hecho puntual del que no alardea, aunque sí muestra su orgullo por el éxito. «Trabajo en esto todos los días de la semana; quizá una vez al mes descanso», dice el deportista en presencia de Adrián González Custodio, el hombre que le ha enseñado a entrenar, el técnico que le corrige, que le mima, pero también el que le exige cada jornada y, no duda en decirlo él mismo, le ha permitido «mejorar mucho» en los dos últimos años, cuando dejó el BMX para lanzarse a ser el número uno de su modalidad.

A Tanco lo que le gusta es hablar de su día a día, de sus charlas, de su Fundación CB, que le permite trabajar a diario con niños, pensar en una escuela que va a poner en marcha y viajar para ganar con el equipo que se ha creado y disfrutar del momento, entre otras cosas.

Es lunes y el pacense se ha trasladado, como tantas otras veces, al Centro de Tecnificación de la Ciudad Deportiva de Cáceres, donde vive su entrenador, placentino próximo a cumplir los 24 años y un destacado triatleta de largas distancias que conoció en el velódromo de Mérida. «No sé dónde va a llegar, no sé su techo», afirma González cuando se le plantea sobre las perspectivas de su pupilo, con el que tiene una complicidad indudable. «Después vamos a comer juntos y a hablar de algunos aspectos de mi preparación», informa Tanco.

Tanco es serio. Muy serio. Y muy humilde, teniendo en cuenta sus orígenes. «Podía vivir solo, pero sigo viviendo con mis padres. Mi padre recoge tomates; mi madre trabaja en casas». El ciclista, sus progenitores y sus dos hermanos residen en Las 800 Viviendas. «Son muy felices, claro que lo hemos pasado mal, hemos vivido con muy poco...», comenta el ciclista mientras sus ojos se humedecen, haciendo caso a una sensibilidad fuera de lo común.

Subraya que en su familia le apoyan «muchísimo» y que no les piensa abandonar. Él, a la vista está, es un triunfador que podría vivir en un ambiente de mayor caché que en su barrio. No lo hará. Ni se lo plantea.

Además de la Fundación CB, Iberdoex, Mérida España «y Antolín» también están detrás de este deportista de primer nivel, que piensa montar en bicicleta «toda la vida». A sus 30 años, solamente se afana en mejorar y en seguir ganando. «He estado en Europeos y Mundiales» y sueña con los Juegos Paralímpicos, pero sobre todo cree en el día a día. Está claro: es dichoso y lo demuestra en cada palabra que pronuncia, en la que se percibe siempre un agradecimiento infinito y de corazón a todos los que están con él.

«Es muy competitivo, muy constante», argumenta González sobre su corredor, de quien dice que tiene mucho margen de mejora. En ello se vuelca él, un deportista que ha estudiado Ciencias del Deporte y que ha bebido de las fuentes académicas de Guillermo Olcina, otro triatleta, este ya veterano, del firmamento extremeño.

Exigencia

Rubén Tanco sigue con su particular evolución sabiendo estar en su sitio. Pero su condición le obliga a ser autoexigente. «Corro con gente normal y compito con ellos». Le faltan cuatro dedos en una mano, pero comenta que no por ello se va a sentir inferior a nadie. «No, no influye, no», se convence. Y tanto: en realidad se ve con todos los que integran el pelotón en una carrera digamos normal, bien entendido el término.

El ciclista extremeño es mucho más que un deportista al uso. «Me encanta llevar mis redes sociales, mi comunicación». En efecto: pocos como él en esta faceta, especiamente cuidada. Sabe que tiene que compensar el esfuerzo que hacen por él sus patrocinadores, pero al mismo tiempo insiste en su condición de hombre agradecido.

Tanco habla con su entrenador de una carrera en Portugal que había disputado el día anterior. «Salí a por él, sí», le dice con entusiasmo. Está ahora en Cáceres, preparando un fin de semana en el que, un año más, será campeón. Pero él quiere más. Mucho más.