Esta vez, ni la cagó (Gran Bretana, 1994) ni hubo necesidad de tratar de arrancarlo (1998). No hubo troncos (1994), ni ovejas (Nueva Zelanda, 1997), ni barrancos (Fiambalá, hace un año) por el camino. Sí volvió a encontrarse al rival en casa (Colin McRae, Mundial de 1995), un Nasser Al-Attiyah que, sin órdenes de equipo que le frenaran, a punto estuvo en la penúltima etapa de dar al traste con las aspiraciones de su compañero de Volkswagen al golpearle con su auto en plena carrera. Afortunadamente, esa mala suerte que siempre niega no acompañó a Carlos Sainz, que en su cuarto asalto al Dakar pudo coronarse al fin como campeón.

En una época de vacas gordas del deporte español, no hay que olvidar que Sainz es uno de los grandes iconos deportivos del país, uno de esos predicadores en el desierto que no encontraban el camino e hicieron camino al andar. Como la F-1 con Fernando Alonso, el Mundial de Rallys aprendió a hablar castellano con el piloto madrileño, campeón mundial con Toyota en 1990 y 1992 en una especialidad prácticamente desconocida de Pirineos para abajo.

El primer campeón mundial de rallys español logró ayer la misma hazaña en el Dakar de coches, que en motos ya habían conquistado los catalanes Nani Roma (2005) y Marc Coma (2009). El dominio de su escudería --Volkswagen ha copado el podio, con Sainz, el qatarí Al-Attiyah y el estadounidense Mirk Miller-- no debe ocultar la dificultad de la victoria del madrileño. Los 2 minutos y 12 segundos que le han valido el triunfo son la diferencia más pequeña en la historia del raid. Después de casi 4.806 kilómetros de carrera, los dos Touareg acabaron separados por tan solo 3,73 kilómetros. "Al final los españoles hemos conseguido por fin ganar el Dakar de rallys", decía.

ADMINISTRAR LA VENTAJA Resulta sintomático que, de sus cuatro participaciones, esta haya sido la edición en la que Sainz ha ganado menos etapas (2). El año pasado sumaba siete (cinco consecutivas) a falta de tres jornadas para el final, cuando su coche cayó por un barranco de cuatro metros y con él todas las opciones del piloto madrileño, que contaba con media hora de ventaja. Esta vez, el primer triunfo de etapa no llegó hasta la 10 y la máxima diferencia de la que ha gozado han sido 15 minutos a mitad del recorrido. A partir de ahí, Sainz tiró de experiencia para administrar esa ventaja. Ayer mismo perdió 36 segundos respecto a Al-Attiyah, vencedor de la jornada. Lo único importante era ser el primero en Buenos Aires.

"No ha habido ni un problema. No hemos hecho ni una marca al coche, creo que hemos hecho un Dakar rápido pero a la vez inteligente", dijo nada más bajarse de su auto, ya como campeón, antes de agradecer el trabajo de su copiloto, el barcelonés Lucas Cruz, sustituto del francés Michel Perin.

El Dakar era la última frontera que se le resistía a Sainz. A los 16 años se proclamó campeón de España de squash, pero su pasión era el motor y no paró hasta proclamarse campeón de España. Después pasó al Mundial de Rallys, lo ganó dos veces y se convirtió en el piloto con más victorias (superado después por Grönholm y Loeb) y más pruebas disputadas. Ahora ha conquistado el Dakar al cuarto intento, cada año un poquito más cerca de la victoria.

DESPRES REINA EN MOTOS La etapa de motos no deparó sorpresas y Cyril Despres (KTM) confirmó su reinado en la prueba, que ha ganado tres veces y de cuyo podio no se ha bajado desde la edición del 2003. El noruego Pal Ullevalseter fue segundo a más de una hora y el chileno Francisco Chaleco López, tercero. El primer español fue Joan Pederero (10º). Como acabó finalmente decimoquinto.