CACERES - 52: Nguema (5), Pedro Robles (2), Antonio Peña (4), Roberto Morentin (8), Olu Ashaolu (8) --cinco inicial-- José Antonio Medina (0), Josh Duinker (4) Alex López (7), Miguel Lorenzo (2), Hobbs (10), Zane Johnson (2).

LECHE RIO BREOGAN - 74: Carlos Cobos (5), Gintaras Leonavicius (14), Anthony Winchester (19), Michel Diouf (4), Roeland Schaftenaar (8) --cinco inicial-- Quintela (0), Chapela (0), Sean Ogirri (24), Manu Gómez (0), Navajas (0), Edu Martínez (0), Alejandro Bortolussi (0).

MARCADOR POR CUARTOS: 16-27, 33-43 (descanso), 44-61 y 52-74 (final).

ARBITROS: Garmendia y Rupérez.

Disgustazo para el Cáceres, que pierde la iniciativa en la eliminatoria tras caer derrotado ampliamente por el Leche Río Breogán en su propio pabellón (52-74). Un pésimo final del segundo cuarto y un peor todavía inicio del tercero lastraron las posibilidades locales. Los gallegos olieron la sangre y ahí se lanzaron, sin piedad, con un resultado y unas sensaciones que, aparte de poner el 2-1 en el playoff , son también un mensaje en sí mismas. Por si se nos había olvidado, el grande de los dos es el Breo , el que tiene los jugadores más cotizados en el mercado LEB. El peor día posible para hacer el encuentro más flojo en casa de toda la temporada.

Toca recuperarse del brutal bofetón cuanto antes, porque en apenas unas horas (mañana a las 19.00) hay otro partido. El equipo de Carlos Frade ya no tendrá margen de error, pasando inesperadamente de verdugo a víctima. A diferencia de los dos primeros choques de la serie, anoche fue muy inferior. Estar ocho minutos sin anotar en un encuentro de esta trascendencia se paga. Y con creces.

El primer tiempo fue una auténtica montaña rusa para los locales, que se vieron lastrados por un inicio dormilón . A los tres minutos, un 0-7 en el marcador que no auguraba nada bueno. La propuesta del Breogán era un poco la misma que la del primer encuentro: correr lo máximo posible para evitar la asfixiante defensa en estático de su oponente. Salió realmente bien. Entre los contragolpes liderados por Anthony Winchester y Sean Ogirri (otra vez en plan pesadilla, como el pasado domingo) la diferencia se disparó hasta los 14 puntos (13-27) en el último minuto del cuarto. Los extremeños pudieron acercarse más, pero, fallones desde la línea de tiros libres, tuvieron que conformarse con un 16-27 para la primera pausa.

Los 24 primeros segundos del segundo cuarto fueron un mensaje inequívoco de que 'rendirse' no aparece en el diccionario de Frade y sus chicos. O al menos hasta ayer. Dos robos de balón culminados con canasta obligaron a parar el partido a Lisardo Gómez. La hemorragia lucense paró un poco ahí, pero volvió a hacerse tremendamente sangrante poco después, cuando el Cáceres encadenó un parcial de 11-0 que llegó a empatar el choque (33-33, min. 17). Fue un tramo primoroso, tanto en defensa --con una presión terrible-- como en ataque, pasando todos el balón con una maravillosa precisión. Por eso extraña tantísimo lo que sucedió después.

Como punto de inflexión, se produjo la segunda falta de Olu Ashaolu, que estaba siendo fundamental en el sabroso guiso que se estaba cocinando. Se tuvo que sentar y su equipo, literalmente, se vino abajo: pérdidas de balón, malos tiros, huecos defensivos... Un 0-10 volvía a poner el choque cuesta arriba al descanso (33-43).

CATACLISMO El partido estuvo vivo muy poquito más. El paso por los vestuarios amplificó la tendencia, alargando el parcial hasta un 0-19 (33-52, min. 26) que mataba cualquier posibilidad de victoria.

El Cáceres, desfigurado por completo, ni defendía ni ataca, con constantes pérdidas de balón y huecos atrás que facilitaban el estupendo trabajo que, no puede negarse, realizó el Breogán. El regreso de Ashaolu a la pista no tuvo efectos balsámicos. Y es que, en realidad, el hundimiento fue global. Nadie, ni en la pista ni en el cuerpo técnico, se salvó.

El 44-57 del minuto final del tercer cuarto fue lo más cerca que se estuvo de revivir. El Cáceres perdió hasta la fe, una de sus señas de identidad, aunque sí rezó para que el choque acabase cuanto antes. Su único consuelo será que mañana el marcador volverá a ponerse a cero. Pero ya no se puede fallar más. Y menos así.