Son como un matrimonio bien avenido. Pasan más tiempo juntos, casi, que con sus familias. David Cal y Suso Morlán han construido una sociedad limitada con posibilidades ilimitadas. Hoy pueden lograr su cuarta medalla olímpica, que convertiría al piragüista en el deportista olímpico español más laureado, junto con el ciclista en pista Joan Llaneras (dos oros y dos platas) y la extenista Arantxa Sánchez (dos platas y dos bronces).

Las últimas 46 semanas las han dedicado los dos íntegramente a preparar su segunda incursión olímpica. Casi 11 meses de entrenamientos en las aguas del río Lérez, en Pontevedra, salpicados con distintas concentraciones. La última, de 52 días en el embalse de Saucelle, en Salamanca, en búsqueda de unas condiciones parecidas a las de Pekín. "Hacía más calor y menos humedad", asegura David. Entrenamiento, alimentación y descanso. Nada más. El teléfono móvil, lo justo. "Pero teníamos internet y cuatro canales de televisión", intercede Suso. Tampoco faltaron juegos de Wii, Playstation "y algún buen libro".

Fama de malo

La pareja tiene una larga historia detrás. Hace 11 años que están juntos. David creció como deportista y Suso, como entrenador. Los dos se han complementado hasta llegar a la cima, a pesar de la plata de ayer. "David ha hecho posible el sueño que yo tenía como entrenador y yo, de alguna manera, he hecho posible su sueño como palista", asegura Suso Morlán, pontevedrés como el piragüista y que, en todo este tiempo, ha dado la cara para solucionar los problemas. "He sido un escudo para él y me he llevado la fama de malo. Pero no importa. Lo que no me gusta es que me tomen el pelo y me mientan", dice. No quiere escarbar más, pero sin duda recuerda las dificultades que, pese a sus dos medallas de Atenas-2004 (oro en C-1 1.000 metros y plata en C-1 500 metros), encontraron para entrenarse. La Xunta de Galicia les negó los 40.000 euros de beca alegando que la pidieron fuera de plazo, y el pequeño Club Naval de Pontevedra les acogió.

Morlán no podía imaginar cuando comenzó a tutelar a Cal que podría llegar tan lejos. "Era un niño normal, que no hablaba de ser campeón olímpico. Si lo hubiera hecho, me habría preocupado y le hubiera llevado al psicólogo", explica. "Despuntaba en algunas cosas, pero se hizo deportista con el tiempo". En estos 11 años lo han mejorado todo, lo han pulido todo y se han visto los resultados.

Ayer mismo, antes de la carrera, hablaron sobre cómo afrontarla. Pocas palabras, la verdad, porque David no necesita muchas. Hablaron de cómo estaba el día, cómo afectaba el viento a la pista de regatas y qué debía hacer el palista en la final. Salió a su ritmo. Parecía que se quedaba, pero remontó rápidamente y solo el excelente final del húngaro Attila Vajda le impidió repetir al oro de Atenas. "He hecho mi carrera, he salido a mi ritmo, sin hacer caso de los que se iban por delante, porque lo que cuenta es llegar, no cómo salgas", explicó el palista. Después, por la tarde, se encerró con su entrenador ante el vídeo para analizar los fallos que le costaron la victoria y poder corregirlos de cara a un futuro no muy lejano.

Un palista "africano"

Suso Morlán ya tenía claros los factores de la derrota. Con viento lateral, las regatas se ralentizan y dan más opciones a los rivales de David. El gallego palea "de ataque", explica el técnico, mientras que algunos de sus rivales, como Vajda, lo hacen "de tracción", lo que les permite estar más agachados sobre la embarcación. "Al estar más erguido, tiene mayor superficie vélica y el viento de lado o frontal le perjudica más".

¿Y por qué no se agacha más, como los demás? "No, entonces perdería lo que es esencial en él, la rapidez. David es muy africano en esto. Es muy rápido dando paladas, puede aguantar una frecuencia muy alta durante mucho tiempo, y para eso tiene que palear de ataque, paladas cortas entrando desde arriba" explicaba su entrenador.

Ayer, con viento de lado y una carrera más lenta de lo que le convenía (el ganador hizo 3 minutos y 50 segundos), David no pudo desplegar su frecuencia habitual. Dio de 62 a 63 paladas por minuto, dos o tres menos de lo que acostumbra en condiciones normales. Su entrenador esperaba para hoy, en los 500 metros, una carrera más rápida, sobre el minuto y 47 segundos --como la semifinal-- para que su piragüista pueda desplegar todo su poderío y llevarse otra medalla de valor: "España ya sabe que David es un tío que no falla y que no se tira faroles. Nos hemos divertido mucho entrenando para conseguir el oro y, si las condiciones son buenas, aún es posible".