En alguna ocasión he comentado por aquí la importancia de creer en el trabajo de los entrenadores. Los que realmente deben creer --o no-- son los directivos de los clubs, en realidad, porque son ellos quienes quitan y ponen. El resto solamente podemos opinar si nos gusta tal o cual técnico, pero las decisiones de la continuidad o no son de los que mandan. Pura lógica.

Se dice, cada vez que un entrenador es despedido, que la cuerda siempre se rompe por el lado más flojo. Qué razón más grande. Claro: no se va a echar a los jugadores, sea cual sea el deporte. Y es que, por ejemplo, en el fútbol, saldría especialmente caro despedir a una plantilla de 25 jugadores, siendo precisamente ellos los culpables porque pierden los partidos. Hasta ahora, que yo sepa, ese caso no se ha dado nunca en ningún deporte.

Generalmente, no se suele tener mucha paciencia. Y en la región hemos tenido muchos ejemplos, aunque alguno especialmente llamativo porque esa decisión se corrigió, y a tiempo. Acordémos del caso de Juan Sabas en el Extremadura: volvió el madrileño y volvieron las victorias y el ascenso a la Segunda División, que ahora se degusta.

En días como hoy pongo el ejemplo de la paciencia de una directiva, la del Don Benito, para con su técnico, Juan García. Los malos resultados del equipo han sido evidentes, y el entrenador ha seguido por la confianza que le ha dado la directiva que preside Pedro Montero. Pues bien: no sé qué ocurrirá con este equipo extremeño de Segunda División B, pero el bueno de Juan García está sacando al equipo del pozo de los últimos puestos. Ya, al menos, tiene opciones de permanencia, lo cual no estaba nada de claro hace unas pocas semanas. Ayer se ganó a un rival directo, el filial del Almería, y los calabazones sueñan. En condiciones normales, Juan no estaría ya ahí. Pues nada. Que siga.