La bandera de Colombia ondeaba rebelde junto al autobús del Movistar, aparcado a unos 200 metros de la meta de Montpellier que Peter Sagan cruzó en primera posición. Pero todos los ojos se fijaron más en el corredor que lo hizo en segundo lugar, Chris Froome, valiente, atento y al ataque, sin un descuido, tal cual en el descenso del Peyresourde, para arañar 12 segundos más (bonificación incluida) a Nairo Quintana.

Miedo en las caras (en la salida de Carcasona, a veces con sol, otras con lluvia pero siempre con viento). Cuando sopla el mistral, desde el Languedoc a la Provenza, no es razonable ir en bici; el viento es racheado, siempre de espaldas, pero, de repente, cambia la dirección y llega de costado. Y es entonces cuando salta la alarma, cuando el pelotón se corta, cuando los que van menos atentos y con menor suerte se caen (como el francés Thibaut Pinot) y cuando es necesario llevar encendidas todas las alarmas, ni un circuito apagado, porque en cualquier repecho, curva o, peor todavía, recta de las que se pierden en el horizonte, se puede organizar el zafarrancho de combate.

"Era mi peor etapa y debo pensar que, pese a los segundos que ha arañado Froome, la lectura es positiva. No me he caído porque el recorrido era muy peligrosa para los ciclistas". Nairo habla y apenas se le escucha con los suyos emocionados.